Si las plazas se vacían, qué se hará de quienes cantan a la fiesta nacional como portadora de los valores trascendentales que garantizan la inmortalidad de la nación. Y si las plazas se vacían, qué se hará del discurso de los antitaurinos profesionales, para quienes el toro desangrado demuestra los apetitos irracionales que guían al ser humano. El susodicho ser humano es vulgar hasta en su inapetencia por el dolor ajeno. Cuando los toros desfallezcan de muerte natural y no por naturales, y sin una guerra de Irak que llevarse a la pancarta, las dos Españas van a aburrirse mucho.