Arranca Tots aquests dois y ante nosotros aparece un Pep Tosar caracterizado a la perfección. No es que sea idéntico al Guillem d´Efak real (ésa sería una exigencia estúpida), sino más bien que Guillem d´Efak podría ser así. O yo me lo imagino, sobre todo a medida que avanza la pieza. La piel negra, la mancha en la cabeza, el gesto seductor o esa dicción del mejor mallorquín de la ruralia de Tosar constituyen una fotografía perfecta. La escenografía y la luz contribuyen a ello, así como las propias canciones D´Efak, sorprendentemente bien interpretadas por el actor. Es hacia el final de la obra cuando, después de atender a la biografía del personaje a través de un audiovisual con instantáneas reales del "més de mig manacorí", se nos revela definitivamente el grado de acierto de esa caracterización. En este punto, a la obra (hasta mañana en el Auditòrium) le damos un 9. Sin embargo, por el camino hay claroscuros.

El montaje de Tots aquests dois, ya hemos dicho que basado en la vida y obra del representante de la Nova Cançó Guillem d´Efak, combina un audiovisual con testimonios, un soliloquio y un recital musical: dos horas en que el protagonista le cuenta directamente al público su biografía mediante un texto al que se le podría haber nutrido de mayor teatralidad como contrapunto al tono documental de la proyección. Pese a ello, director y actor –el mismo Tosar– han diseñado varias argucias para dar vivacidad y plasticidad al conjunto: ahora una mención crítica a un acto presuntamente racista de Aznar en 1996, por aquí alguna pulla al clasismo que imperaba en el Teatre de Manacor en los cincuenta, ahora un gesto a lo Glenn Ford (momento Patricia Wymore entrando en La Cubana) o por aquí el golpe de efecto de otro personaje, el camarero, que hace de interlocutor en el mítico local barcelonés La Cova del Drac, todos ellos buenos aderezos del hilo conductor de un hombre que va desnudándose (no del todo, falta emoción) a medida que desciende a los territorios menos amables de su vida, como la Guerra Civil, la ceguera temporal o la enfermedad. Todo es técnicamente irreprochable, pero no se logra evitar cierta sensación rutinaria. El motivo, la linealidad y monotonía en la narración de una vida (D´Efak no era precisamente un monaguillo) que demandaba más golpes de efecto. Lo mejor de la obra es la selección musical. Y la voz de Tosar. La pieza tiene otro problema: el hecho de querer abarcar demasiados aspectos de una biografía. También se echa en falta alguna vuelta de tuerca en el espectáculo. En el caso de personajes históricos conocidos, si no se procede con alguna novedad, se corre el riesgo de no contentar ni a los doctos ni a los iniciados en la materia.

Sin ser condescendiente, hay momentos estupendos. A mí me emocionó casi todo el fragmento dedicado a la llegada D´Efak a Palma y su barrio brut. Pero mi pasaje preferido es cuando el poeta lanza un dardo a una isla que nunca reconoce a los suyos: "Spain is different", se inventó Fraga, pero "Mallorca is indifferent", asegura Tosar. Me quedo con esta conclusión de la obra por dos cuestiones actuales: una, porque el Teatre de Manacor, tierra del guineano, de momento no ha programado este homenaje a Guillem d´Efak, cuyo nombre también fue rechazado para bautizar el nuevo auditorio del pueblo. De nuevo la indiferencia de los autóctonos hacia uno de los suyos. Y dos, porque en Palma, desde que se aprobó en 2000 el acuerdo en el ayuntamiento, aún se espera una calle a su nombre. En fin, Tosar nos cuenta en la pieza que D´Efak era different (acaso el primer negro de la isla, un guía turístico poco convencional que probablemente hubiera dejado de serlo si en su época al Consolat de la Mar le hubiera dado por dinamitar Es Trenc), alguien nacido en África que tuvo que venir a esta isla para mostrarnos que era posible convertirse en la máxima expresión de la mallorquinidad y la catalanidad siendo extranjero, porque los de aquí, y Guillem eso lo sabía, somos y seguimos siendo bastante indiferentes.