Experimentó casi hasta sus últimos días. Fue pintor, escenógrafo y teórico, con la abstracción como telón de fondo de sus obras, en las que a menudo muestra su predilección por el movimiento y el deporte. Willi Baumeister (1889-1955) es uno de los artistas más destacados de la vanguardia alemana, no sólo a nivel creativo sino como ideólogo, faceta que desarrolló como profesor en la Academia de Arte de Stuttgart (Kunstakademie), la precursora de la Bauhaus, hasta que el nazismo truncó su carrera docente y artística.

Ahora el Museo Juan March expone más de medio centenar de obras en una retrospectiva que ofrece una visión global de la genialidad del artista.

Nunca dejó de crear. Bajo la amenaza nazi, y su veto expositivo, pintaba en su casa, "para sí mismo", lienzos de pequeño formato, de los que poder deshacerse en caso de ser descubierto; la mayoría inspirados en motivos africanos y mesopotámicos.

Fue también en esa época cuando Baumeister se sumerge en la producción de los ideogramas y en la investigación. Su obra no se puede contextualizar, comenta en este sentido Manuel Fontán del Junco, director de exposiciones de la Fundación Juan March de Palma, que ayer presentó la muestra junto a la responsable de la colección.

Baumeister practicó sobre todo la abstracción, pero no como un fin en sí mismo, sino que siempre consideró al hombre y lo humano como el motor de su obra.

La exposición, que se compone de 50 pinturas y 25 dibujos, realizados entre 1910 y 1950, evidencian la pasión artística de Baumeister en todas sus vertientes, ofreciendo una amplia visión de su trayectoria. No sólo como pintor, sino como escultor e investigador de texturas y dimensiones en sus famosos cuadros murales que suscitaron la admiración de Le Corbusier y Fernand Léger, a principios de los años 20. "Toda su obra se basó en el principio de la superficie, de la simplicidad y de la originalidad". "Fue un artístico muy proteico", afirma Fontán del Junco.

Baumeister probó también el campo de la ilustración y el grafismo; fue tipógrafo y diseñador de escenografía y vestuario, destacando el trabajo realizado en 1947 para el estreno de Amor Brujo en Stadtstheater (Stuttgart), del que la exposición exhibe algunos de los bocetos y fotografías.

Su relación con España no sólo queda reflejada en esta obra sino también en su interés por las cuevas de Altamira, temática a la que recurrirá con frecuencia por su estima a la prehistoria. Un influjo que deja muy patente en sus obras, al igual que sus escarceos con el surrealismo mironiano, y las formas y figuras de Pablo Picasso. Baumeister bebe del arte abstracto más cercano al informalismo, aludiendo con frecuencia a figuras, como un "juego entre el positivo y el negativo".

La exposición, que se podrá ver hasta el 10 de diciembre, recorre todas sus vertientes, estructurándose en torno a las formas más que en la cronología. De ellas, cabe destacar la serie de cuadros taller, en los que experimenta con la abstracción más figurativa, cercana al constructivismo. Murió como desearían muchos artistas, pintando; dejando tras de sí uno de los patrimonios artísticos más ricos del país.