¿Qué es la vida?, se preguntarán Joan Miquel Oliver y Albert Pla al igual que hace Segismundo en el soliloquio más famoso del drama español. Podría ser una canción, interpretada por un coro de astronautas, o una rumba entonada en cámara lenta, cualquier cosa, porque "toda la vida es sueño y los sueños, sueños son". El compositor, letrista y guitarrista del grupo Antònia Font y el gran anti-héroe de la canción catalana actual esquivan la realidad y fantasean con hacer suyo el Olympia. Un sueño. Ambos protagonizan un concierto en el teatro parisino que alcanzaría fama mundial gracias a la audacia de Bruno Coquatriz, la entrega de Édith Piaf y una acústica envidiable que atrajo a grupos como los Beatles o los Stones, ambos en 1964, para realizar allí sus primeros conciertos importantes fuera de Inglaterra.

Pla y Oliver se gustan desde hace tiempo. El primer flechazo, por aquello de la edad (se llevan ocho años) lo tuvo el de Sóller, que contaba quince añitos cuando el enfant terrible de Sabadell se presentó con actitud punk con aquel Ho sento molt. Cuando Pla empezó a triunfar con No solo de rumba vive el hombre, Oliver aún vivía en el anonimato, hasta que llegó la irrupción de Antònia Font en la escena catalana y la aventura en solitario de su guitarrista, como escritor y como cantante. Las comparaciones entre uno y otro aparecieron de inmediato. Y pronto coincidieron en los escenarios, en los camerinos, y ahora, en el estudio de grabación. Ahí se está gestando el contenido de un disco que dará que hablar, un álbum en el que el autor de Matacerdos hará suyos temas de Joan Miquel y en el que la voz de Bombón Mallorquín se ajustará al particular mundo de Pla. Un disco que recogerá, en cierto sentido, el testigo de aquel Live in Paris que Joan Miquel Oliver registró hace cuatro años en el Teatre Sans, convertido para la ocasión en una especie de Olympia. Otra vez los sueños.

La realidad es que grandes del pop catalán como Quimi Portet se han situado al frente de la fila de colaboradores de lujo. El ex compañero de Manolo García, que en sus últimas actuaciones en la isla siempre ha confesado en público su admiración por Joan Miquel Oliver, ya ha dejado su impronta en un álbum que apostará por el sabor añejo, el que dan los resucitados surcos del vinilo. La intención es editarlo únicamente en ese formato, en blanco y negro, con sonido analógico, el que emplearon Brassens y Brel para hacer soñar a toda una generación.