El espectáculo en una exposición muy gestual y la profundidad en las ideas. Yvon Taillandier, el crítico de arte y el artista que en 1959 entrevistó a Miró en París para la revista XX Siècle y convirtió aquel texto en una de las descripciones más desarrolladas sobre la inspiración del pintor, protagonizó ayer en la Fundació Pilar i Joan Miró la última actividad programada por el centro para conmemorar el veinticinco aniversario de la muerte del artista catalán.

Magdalena Aguiló, directora del centro, presentó el acto y al singular personaje. Joan Gardy Artigas, el ceramista catalán al que Miró vio nacer y con el que compartió trabajo y amistad, se sumó a la charla en su ecuador. Y entre el público que no quiso perderse la exposición, cargada de anécdotas, ironía y también de humor, pudo verse al cineasta Cesc Mulet, autor del documental sobre Miró que se presentó la víspera, al pintor y arquitecto Joan Soler; a la concejala de Cultura de Cort, Nanda Ramon, y al ex director de la fundación municipal Pablo Rico.

"Me gusta Miró desde los trece años", reconoció Taillandier. "A esa edad contemplé por primera vez el cuadro Mujer escuchando música, en el que las líneas blancas se volvían oscuras, en una obra sobre la insularidad, porque aparecían islas sobre un espacio claro en un juego que me maravilló", comentó.

Según Taillandier, "Miró empezó haciendo obras complejas con perspectivas clásicas, hasta que por influencia del cubismo fue marcando las formas de un modo autónomo. Y después suprimió la línea del horizonte y todos sus elementos empezaron a volar", relató. "Sucedió así porque Miró descubrió la obra de Paul Klee -aseguró-, algo que es fundamental en su trayectoria. En ese momento se liberó y su obra se hizo fuerte. Suprimió el horizonte y todos los elementos de sus obras empezaron volaron como mariposas. Pero como digo, Klee fue la llave".

Taillandier continuó con la caracterización del personaje en una alocución cargada de teatralidad. "Hay otro aspecto fundamental en su obra", quiso subrayar. "Después de los impresionistas, fue el artista que volvió a introducir el negro en la pintura, un negro pesado y majestuoso que nace lleno de violencia y energía, porque ese hombrecito era un tipo enérgico al que, por ejemplo, le gustaba la violencia del boxeo. Para mí era un poco como Delacroix, el primer movimiento sobre la tela era lo que contaba para él", comentó el crítico.

Joan Gardy Artigas subrayó lo dicho por Taillandier. Y añadió: "No sólo era enérgico en la pintura, sino en la vida. Lo que ocurre es que adoptaba una cortesía exquisita en el trato para protegerse de todos aquellos que despreciaban su obra", dijo. "Para mí su gran aportación fue que otorgó una gran libertad al arte. Decía que hay que olvidar todo lo que se sabe para crear menos la disciplina".

Taillandier siguió marcando puntos importantes en la obra de Miró. "Los contrastes son fundamentales, una línea muy fina y al final una gran bola negra, como la pelota de juguete de un niño. Lo más pequeño e insignificante era para el pintor un mundo que podía recrear. Incluso un grano de arena era un mundo. Y también es importante su poesía, que no residía como se ha dicho a veces en los títulos en francés de sus obras, sino en la propia pintura". Artigas subrayó la primera idea. "Para él no había diferencia entre una piedra y una roca, entre un león y una hormiga".