La gestión de la campaña de abonados del Mallorca, justo en una temporada tan cruel con el descenso a Segunda B treinta y siete años después, es un espanto. Primero se les dice a los de Sol, sin tacto alguno, que deben irse a Cubierta. Los que ya estaban bajo techo tienen prioridad y obliga a los que no lo estaban a esperar. Después les fuerzan a soportar largas colas en un caos de organización absoluto para sacarse su carnet evitando estar muy esquinados. Y el remate final es que, dentro del plazo de renovación, un matiz importante, se les dice que se van detrás de la portería o que no hay más opciones porque lo que queda de Cubierta está reservado a otros compromisos. Un maltrato al mallorquinista de toda la vida intolerable y que a todas luces se podría haber evitado. Hay margen para reaccionar y tratar de maquillar esta chapuza, pero otra cosa es que haya voluntad de hacerlo. Es una pena que tengamos que hablar de esto y no de la enorme, brutal y magnífica reacción de la afición, con casi siete mil abonados, a un descalabro tan grande. La culpa será de los medios.
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Opinión