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La crónica

El Mallorca celebra los cien años en paz

A los rojillos les sale todo de cara en la jornada del Centenario, al jugar contra diez desde el minuto 36 y marcarse el Oviedo en propia puerta el gol que decidió el partido en el 49 - El equipo de Vázquez sigue sin convencer y regaló el balón a un rival en inferioridad al que le faltó pegada

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Real Mallorca- Oviedo

El himno del Centenario, compuesto por Jaume Perpinyà, que sonó en el mismo instante en que el árbitro señalaba el final del partido, fue la mejor medicina para devolver al ritmo habitual el corazón de los 14.596 espectadores que fueron testigos de la victoria del Mallorca sobre el Real Oviedo. En una jornada para la historia -cien años no se cumplen todos los días-, el equipo de Vázquez se regaló una victoria, la séptima de la temporada, y se la ofreció también a Sarver, Nash y compañía, los propietarios de este nuevo proyecto, a largo plazo dicen, que antes o después debe conducir a la entidad a la Primera División.

De momento habrá que esperar y conformarse con victorias como las de ayer, sufriendo -el sino de este club- y pidiendo la hora al colegiado, aunque más de la mitad del partido se enfrentara a un equipo en inferioridad numérica por la expulsión de David Bautista en el minuto 36 por una dura entrada a Lago Junior. Lo vio muy claro el árbitro -no así su asistente, cuya jugada se produjo delante de sus narices-, pero las imágenes no dejan lugar a dudas, por mucho que los carbayones protestaran airadamente al árbitro.

Esta acción iba a marcar el devenir del partido. Vázquez ni se inmutó con la expulsión. No tocó nada. La idea era la de siempre, sea quien sea el rival y juegues contra once o contra diez: regalar el balón al contrario y salir a la contra. Sin ningún tipo de rubor. El resultado es ahora lo único que importa y, por una vez, la jugada le salió bien al técnico gallego, que, como sus jugadores, toma aire para afrontar los próximos compromisos ante rivales en la lucha por la permanencia.

El equipo se agarraba a lo que hiciera Lago Junior, el jugador más en forma de este equipo. El único que intenta algo diferente, que desborda y se va por velocidad. De una jugada suya llegó el único gol del partido. Se internó por la banda derecha, dejó sentado a su marcador y puso un balón a la olla. No hubo nadie del Mallorca para rematar, pero sí uno del Oviedo, David Fernández, que introdujo el balón en su portería. Se desató la euforia en el terreno de juego y en la grada, en la que se encontraba Steve Nash junto a un desatado Maheta Molango. El consejero delegado vive los partidos como nadie y celebró el gol como requería la ocasión.

Con un gol a favor y ante un rival en inferioridad, se esperaba un paso al frente. Pero no. Este equipo está para sopitas y leche. Están como flanes y parece que les pesa la responsabilidad del Centenario. Se ven en la boca del lobo y no saben cómo salir. Y el primero Vázquez. Al cuarto de hora de la segunda parte sustituyó a un desacertado Acuña por Colunga. Alguien tendría que decir al paraguayo que el fútbol es algo más que correr y correr. Entrega no se le puede discutir, pero se le fichó para marcar goles y no suma ni uno, ni tan siquiera de rebote. A falta de un cuarto de hora, y cuando hacía rato que se escuchaban pitos al equipo, el técnico mallorquinista se quitó la careta y puso a un centrocampista de contención, Sissoko, por un Brandon al que la 'pájara' le está durando demasiado. Vázquez puso un trivote en el centro del campo, confiando en que Lago Junior y un veloz Salomao cazaran alguna. El Oviedo, cada vez más cansado, era dueño del balón, pero en todo el partido se recuerda una parada de Cabrero, que pasó una tarde de Centenario tranquila.

La forma en que los jugadores y la afición celebraron la victoria es la mejor muestra de la tensión que se vivió ayer en Son Moix. El equipo sigue jugando a muy poca cosa, pero respira, que no es poco cuando se mueve en el alambre. Sarver, Cohlberg y Nash, que como norteamericanos entienden el deporte como un espectáculo de primer nivel en el que por encima de todo debe primar la diversión, no asistieron a la mejor cita de sus vidas. Pero, teniendo en cuenta lo que hay en juego, debieron dar por bien empleado el sufrimiento. Su proyecto tiene sentido partiendo de Segunda. Y ayer se dio un gran paso para que la llama de la ilusión por los días felices que tienen que llegar siga encendida. Al menos, celebraron el Centenario en paz.

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