En las redes sociales comienzan a aflorar quejas y denuncias sobre el mal estado que presentan las playas de Manacor. A algunos bañistas que han sabido aprovechar el preámbulo de cálido verano de este último fin de semana les ha molestado toparse con «pelotitas» de restos de alga y otros deshechos vegetales. No hablan de plásticos ni basuras de producción humana.
La cuestión se pone interesante porque nos obliga a replantearnos qué es la limpieza o la suciedad, precisamente ahora, cuando el Ayuntamiento empieza a asumir el mantenimiento del litoral y lo hace prescindiendo de las máquinas que hasta ahora aniquilaban las «pelotitas» de los litorales.
La actividad tiene un riesgo, el de ser contestada con múltiples y en ocasiones inconfesables pretensiones. Dado que el actual gobierno de Manacor no se caracteriza por la inacción, le conviene habilitar un extenso almacén de críticas y reproches para un municipio que no está acostumbrado al dinamismo en la acción pública y en el que el recelo tiene demasiado efecto corrosivo. Seguro que la rama caída sobre la arena, inadvertida hasta ayer será abandono a partir de hoy.
El nuevo sistema de gestión de las playas de Manacor, aparte de su complicidad con la explotación hotelera, parte con la virtud de sacarnos los colores y abocarnos a la reflexión. ¿Cómo identificar al elemento extraño y perturbador de las playas? Reconozcamos, muy a nuestro pesar, que éste se llama acción humana, una presión que irá al alza, todavía más, este verano de vuelta de turistas y recuperación de autóctonos. Pero ver a operarios de las empresas municipales de Alcúdia y Manacor retirar plásticos y demás a mano también es una clara invitación a la convivencia normalizada con el ecosistema.