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Éxitos y fracasos del número uno

La coincidencia de unas elecciones locales y autonómicas, y no digamos si se les suma unas europeas, desemboca en un gran colapso de cifras y resultados que solo comienzan a depurarse y a organizarse a partir del día siguiente, cuando vuelven a aflorar o decaer, por pura inercia electoral, los números uno. Hablemos pues del éxito o fracaso del cabeza de lista, porque ello es fundamental en el entramado de una organización municipal.

Identidad, carácter, proximidad y capacidad de trabajo importan más que las siglas a la hora de decantarse por una alcalde o alcaldesa. Por eso, partidos diferentes ganan y pierden de forma simultánea las elecciones locales y autonómicas en un mismo municipio. Guillem Balboa en Alaró, Martí Sansaloni en Petra y Catalina Riera en Manacor aprendieron para siempre, la noche del domingo, que el mayor error está en la ausencia y el silencio. Gobernar no es solo cuestión de un determinado número de horas al día.

A fuerza de proximidad irreductible, Catalina Soler ha recuperado la ventaja del PP para gobernar en Felanitx, la misma presencia que salva a Mateu Puigròs en Sant Llorenç, aunque el PSOE logra esta vez estrecharle el cerco para aproximarse a la amplia presencia socialista en todo el Llevant. Alfonso Rodríguez Badal confirma liderazgo en Calvià, Virgilio Moreno lo hace en Inca y Miquel Oliver despeja perfil y obstáculos en Manacor. Caso muy diferente y particular es el de Santa Margalida, donde Joan Monjo escala polémicas a fuerza de arañar ediles a Can Picafort Unit.

La presencia y la proximidad también pueden ser un buen legado. Es lo que han dejado Llorenç Galmés en Santanyí y Sebastià Sagreras en Campos. Veremos cómo la administran sus herederas. El término medio, por su parte, aboca a la confusión. Por eso en Llucmajor y Pollença se ven forzados ahora a complejas negociaciones de resultado muy incierto.

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