En términos de rentabilidad política, hay pocas cosas peores para un partido que el remitir un mensaje de incertidumbre y falta de liderazgo a sus electores. Es la encerrona y la precipitación en la que se ha dejado caer el PP de Inca.
El modo en que están estructuradas las formaciones políticas no facilita la renovación generacional ni la incorporación de candidatos externos con gancho suficiente, mucho menos si las viejas glorias de la casa quieren mantener su influencia y arrecia la competencia sobre el electorado compatible. Este es el camino por el que también se ha perdido el PP de Inca.
Mar Nicolau ha sido una designación demasiado vulnerable para exponerla sin ropaje suficiente al acecho de Vox y a las presiones del propio partido. Ha faltado organización interna clara y firme, eso aparte de definición ideológica. El resultado es mayor carga de trabajo para los conservadores de Inca de cara a los comicios de mayo. No han sabido lavar los trapos sucios en casa. Han permitido que sus problemas domésticos queden expuestos y ahora se ven en la obligación de crear y mantener un liderazgo en condiciones elementales.
