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El Pi como reflejo y expresión de la fiesta

El Pi de Pollença, incluyendo su versión del Port, constituye una de las expresiones más singulares y mejor definida de la celebración de Sant Antoni en Mallorca. En consecuencia, también es útil como reflejo del estado de la fiesta y de los equilibrios entre tradición, cultura popular, modernidad y necesidad de canalizar los sentimientos colectivos que debe guardar.

El Pi de Pollença siempre se levanta, puede romperse como el año pasado, pero, al final, es el colofón de la diversificada celebración de Sant Antoni en toda Mallorca. El cansancio de dos largos días de fiesta no es obstáculo para que alguien trepe por el palo enjabonado hasta alcanzar la joia más simbólica que valiosa. El espectáculo, conocido y repetido, mantiene el interés de la masa. Esta es su gracia, su valor y su misterio. Quizás es la plasmación física y lúdica de Lo Pi de Formentor de Costa i Llobera. En todo caso, la singularidad y el carácter de Pollença.

Pero, no nos engañemos. Si lo Pi permanece erguido en cuanto a interés y atractivo de diversión es porque, orgulloso y atento él, no se ha dejado invadir por la carcoma de la pasividad y la rutina inconsciente. No ha tenido reparo en renunciar a tres metros de su altura en beneficio de la seguridad de todos. También ha aprendido y asumido que los gallos deben estar en el corral del respeto animal y que el confeti y la serpentina de papel le bastan y sobran para entretener al personal.

Lo que está haciendo y experimentando el Pi de Pollença es mutable a todas las versiones de la fiesta de Sant Antoni en Mallorca. Vista la pasión que despierta y el boom con el que eclosiona en los últimos años, no queda más remedio que autoridades, obrerías y patronatos permanezcan atentos y prestos a la corrección permanente. Debe ser así porque no caben adulteraciones ni errores en cuanto a seguridad y respeto.

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