Si hay una danza en Mallorca que se muestra estricta con sus cánones tradicionales y vela por mantener su purismo, ésta es la de los cossiers. Con un toque de misterio y antigüedad venerada, en ella todo está calculado, prácticamente milimetrado. No hay lugar a la sorpresa y a la innovación coreográfica en los cossiers. Sin embargo, continúan emocionando y atrayendo a la gente. Hoy, con Sant Bartomeu, Montuïri vuelve a vibrar y lo que es más importante, a identificarse con ellos. Cossiers no son solo el grupo exclusivo que interpreta tan peculiares danzas, es el pueblo que les sigue y los tiene por propios.
Tradición y reglamento dicen qué deben hacer y cómo deben comportarse los cossiers en todo momento, pero nada es ajeno al tiempo y a las circunstancias que le toca vivir. Si estamos en época de reivindicación y avances en cuanto a igualdad de género en todos los aspectos de la vida, y por tanto también de la fiesta y la tradición, no puede extrañar que en Montuïri se empiece a hablar de cossieres y que se reclame ya claramente su existencia. Es un signo más de la vigencia, de la buena salud y del arraigo social del grupo.
Ha llegado el momento de plantearse la cuestión con seriedad y rigor. Es la hora de revisar si hoy tiene sentido que la dama de los cossiers siga con representación masculina y de que no haya directamente cossieres, un lastre que se arrastra de los tiempos en los que la escenificación femenina estaba vetada en las iglesias y ciertos espacios públicos.
La tradición debe aprender a bailar con la igualdad entre hombres y mujeres. Es una de las mejoras formas de las que dispone para seguir manteniendo su vigencia y ser respetada sin exclusiones.