La vida y actividad que genera un centro escolar sobre su área de influencia se vuelven bulliciosas y sensibles. El jolgorio infantil y adolescente se impregna en la fragilidad de quienes todavía necesitan tutela y protección. Por eso mismo, el entorno de las zonas docentes permanece como espacio vulnerable y peligroso. Cuidado con él, porque con los menores no se juega. Que lo hagan ellos ya que están en la edad adecuada.
Uno de los invasores más nocivos de las áreas escolares es el coche. Es el amigo que, en el momento más inesperado, te puede traicionar. Entre comodidad, confianza y, por qué no decirlo, un exceso de proteccionismo del vástago, la solución del coche para acudir a la escuela, se torna muchas veces, demasiadas, un problema. Y hay que ponerle remedio.
En Inca han emprendido una campaña para concienciar a los padres de algo tan elementar como la imposibilidad de circular en dirección prohibida, aparcar en las aceras, pasos de peatones o lugares reservados a personas con movilidad reducida. Ha sido necesario pasar de la advertencia a la multa. Una pésima lección para los hijos que, con su observación natural irrefrenable, también son conductores aprendices. La rutina, la prisa de siempre y el hábito de cada día hacen que se acompañe al hijo a la escuela con igual actitud de quien va en zapatillas por casa. Pésima costumbre y abuso del coche. Es necesario llamar la atención y reciclarse de forma constante.
