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Entrevista

Tòfol Pastor, 'Pífol': "Guillem d'Efak decía que su padre le había traído como si fuera un 'souvenir' de África"

Pastor sostiene la caricatura que le hizo a su amigo. s. sansó

-¿Cuándo vio por primera vez a Guillem d'Efak?

-Los dos vivíamos en el mismo barrio, en el Barracar, así que ya lo vi de niño cuando acababa de llegar con su padre desde Guinea, donde había trabajado como funcionario colonial. Guillem debía tener unos tres años y yo diez más. Vivía en una casa de la calle Vilanova junto a su tía, Margalida Cremada.

-¿Qué recuerda?

-Recuerdo que hablaba en castellano. Le pregunté ¿cómo te llamas?; entonces frunció el ceño y me contestó: "No me llamo, a mi me llaman". En seguida pensé... putes amb aquest negret!

-¿Cómo aprendió el mallorquín?

-Su tío, el Conco Beia, le contaba las Rondalles Mallorquines.

-¿Los niños de los años treinta eran racistas?

-Más que racistas, creo que les causó sorpresa. Recuerdo que estaba de mosset en una carpintería y pasaba muchas veces por delante de la escuela de sa Graduada; los otros niños no querían jugar con él, siempre le veía sentado solo junto a su maestra, doña Lluïsa Fuster. Él siempre me confesó que era de la única persona de la que había aprendido. Después de esos años ya nadie le había enseñado nada.

-¿Era la única persona negra de Manacor?

-Sí, y casi de Mallorca. Yo solo recuerdo haber visto otro en Palma que trabajaba de botones en la empresa de Can Matons.

-¿En qué momento surge la amistad?

-Acabada la Guerra Civil él estudiaba el bachiller y solía hacer teatro en lo que entonces se llamaba Educación y Descanso. Por las tardes solía ir mucho a la Agrupación Artística. Recuerdo que después de comer siempre había una tertulia política entre adultos. Cuando acababa empezaba la de estudiantes. Allí nos conocimos. Me sorprendía mucho la crítica que hacía de los cuadros expuestos: había uno muy bonito que representaba el torrent de Pareis y otro que era casi todo azul, del que decía que era una sinfonía de colores. Del otro en cambio, pensaba que no servía de mucho, que aquello ya podía hacerlo la fotografía.

-¿Cuál fue la primera actuación que le recuerda?

-A los doce años ya estaba dentro de la Orquestra Guinea, de Tito Puerto. Y aunque no era el vocalista, era quien verdaderamente animaba la escena. Aunque su primera obra fue actuando en la zarzuela La del soto del parral. En las biografías no sale nunca, quizás porque actuó en ella como Guillermo Fullana.

-¿De dónde le vino el 'd'Efak'?

-Él se llamaba Guillem Fullana Ada d'Efak. O sea, los apellidos paterno y materno, más el nombre de la tribu de la que su madre era princesa en Guinea Ecuatorial.

-¿Se llevaba bien con su padre?

-Le respetaba, aunque siempre decía que cuando le terminara de pagar el viaje de Guinea a Mallorca, estaría en paz con él y no le debería nada. Pensaba que, como los mallorquines indianos que regresaban de Sudamérica con un loro o un mono, su padre se quiso llevar un negrito de su paso por África, como si fuera un souvenir. Creo que incluso falsificó su edad para poder llevárselo, dijo que tenía tres años cuando en realidad tenía dos."Si hubiera una guerra entre blancos y negros yo iría con los últimos, me decía"

-O sea que se sentía más negro que blanco...

-Siempre solíamos juntarnos con Guillem Fai y Joan Poncet, nos hacíamos casi cada noche los bares de Manacor desde la plaza de Sant Jaume hasta sa Torre hasta la una y pico... decía que éramos los únicos que no le hacíamos caso por el hecho de ser negro. Que había conseguido entrar en una orquesta, actuar o incluso trabajar de cajero en el bar de Sa Granja por su color de piel, porque a la dueña le gustaba tener un negro que le sirviera el café con leche. Un día, cuando volvíamos los dos solos a casa me dijo: "Te voy a confesar una utopía; si hubiera una guerra entre blancos y negros, yo iría con los últimos, porque todo lo que he conseguido ha sido por el color de la piel". Recuerdo que cuando a Poncet le preguntaba de qué color era, su amigo le respondía: "Negre negre no és... un poc obscur".

-Lo suyo era amistad

-Decía que los amigos son aquellos que no necesitan postales de Navidad.

-¿Tenía éxito con las chicas?

-Mucho; lo que pasaba es que cuando las acompañaba a casa tenía que dejarlas unas calles antes de llegar, por temor a sus padres. Ningún padre en aquellos tiempos aprobaba una relación así.

"Creía que mucha gente se le acercaba solo por el color de su piel y no por lo que realmente sabía hacer"

-¿La solución fue marcharse a Palma?

-Se puede decir así. Siempre había tenido muchas 'amigas'. A los veinte conoció a una señorita con la que se fue a vivir a Ciutat. Era la época en que los marineros de la flota americana desembarcaban en Palma en busca de diversión. Guillem solía estar en el bar Bohemia y en el bar Rosales, con un espectáculo junto a un pianista manacorí; era bueno y les hacía beber.

-¿De ahí a Barcelona?

-No. Antes también trabajó en un club de música afrolatina llamado La Cubana, en la zona del Terreno. Además de inglés, ya sabía hablar francés e italiano. Se hacía llamar el Príncipe Guillermo, cantaba y bromeaba con los clientes, sobre todo turistas. Su popularidad subió tanto que muchas veces las extranjeras le acosaban y tenía que salir del local por la ventana... Después sí que dio el salto a Barcelona.

-Cómo le conocen allí?

-Porque había grabado un cassette con la canción Madona des Caparó (Balada den Jordi Roca), que Jaume Vidal y Llompart de la Penya se llevaron a Barcelona. Eso le llevó directamente a ser contratado por la Cova del Drach, el lugar de referencia de la Nova Cançó, donde en aquellos momentos actuaba, por ejemplo, Lluís Llach. Una vez allí, también colaboraba periódicamente en un programa de Radio Barcelona o en la revista infantil Cavall Fort, de la que llegaba una suscripción aquí para mis hijas

-Y allí grabó sus discos

-Efectivamente. También me los iba mandando así como los grababa. Siempre bromeaba: "Menuda putada te he hecho Pífol, ¡ahora tendrás que comprarte un tocadiscos!".

-También conoció a la que fue su última mujer

-Así es. De hecho conoció a dos empleadas de Banca Catalana al mismo tiempo, Montse y Mònica. Con las dos tuvo hijos, aunque fue con Mònica con la que acabó volviendo a Mallorca en 1980, y con la que terminó casándose.

-Pasado su éxito musical, ¿qué hizo de vuelta a la isla?

-Se dedicó a ser guía turístico, por toda Mallorca. Los conductores de buses se lo rifaban, todos querían que fuera con ellos porque obtenían muchas más propinas. Guillem se llevaba consigo la guitarra y tocaba mientras les explicaba, bromeaba, les hacía reír.

-¿Hablaban de política?

-Cuando estábamos entre amigos nunca. Tenga en cuenta que tanto Fai como Poncet, de los que le hablaba antes, no eran falangistas pero acabaron siendo empresarios, así que de eso no se hablaba.

-Se lo pregunto porque llegó a afiliarse a Unió Mallorquina.

-Sí, porque era el momento en que Miquel Roca Junyent quería que Unió Mallorquina se uniera a Convergència i Unió. En aquella época Roca era el jefe de Banca Catalana, en la que trabajaba su mujer. Al mismo tiempo yo estuve de concejal en Manacor por UM y conoció a Maria Antònia Munar.

"Se sentía ´manacorí´, mallorquín, catalán y europeo. Tenía motivos para no ser español"

-¿Se sentía mallorquín, catalán o español?

-Me acuerdo cuando recogió el Reconeixement de Mèrits de la Escola de Mallorquí, dijo: "Som barracaner i per això som manacorí. Per tant, també som mallorquí. El rei de Mallorca tenia un palau a la Catalunya Nord, i per tant també som català; que està dins Europa, o sigui que també som europeu. I si qualcú pensa que l'he botat, va ben equivocat". Además, tenía una buena excusa para no ser español, ellos habían saqueado la riqueza de Guinea.

-¿Y católico?

-A ratos. De joven tanto él como el escritor Miquel Àngel Riera habían tratado de ser sacerdotes, pero pronto les fue la idea se de la cabeza.

-¿En algún momento pensó en volver a Guinea?

-De joven sí. Siempre llevaba una foto de su madre consigo. Lo intentó, pero cuando parecía que todo estaba a punto destituyeron al gobernador Rodriguez de Valcárcel, que era quien lo tramitaba. Finalmente nunca regresó donde había nacido.

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