Las centenarias panaderías de pueblo, ahogadas, van echando el candado
Casos como Cas Currot de Esporles o La Gloria de Inca acaban con generaciones de horneros tradicionales
La crisis se ha llevado por delante establecimientos históricos como es el caso de Cas Currot, de Esporles, tras casi un siglo de vida, o el del Forn de la Glória de Inca, que a sus 99 años de existencia tuvo que echar el candado.
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Cas Currot dejó a su clientela -muy numerosa en el pueblo- huérfana de su pa pagès, de sus llonguets, de sus ensaimadas y de sus pasteles dominicales.
"Es una pena, pero es que a mi edad ya...", afirmaba Josep Matas mientras apuraba sus últimas horas de trabajo en el horno de la panadería el pasado mes de septiembre. Él es uno de los cuatro hermanos que llevaba el negocio abierto "hace más de 90 años" por su abuelo, Josep Matas, y que continuó su padre, Jaume.
La crisis que todo lo puede y todo lo estrangula unida a la reducción de márgenes de beneficio por la competencia imparable de la bollería industrial han hecho el resto. Junto a Josep, pusieron el punto y final a esta trayectoria comercial sus hermanos Joan, Maria y Catalina.
En el caso del casi centenario Forn de la Gloria de Inca, fue la tercera generación la que se vio obligada a cerrar con lágrimas en los ojos.
Llegaron a abrir hasta cinco despachos en diferentes puntos de Inca desde que en aquel lejano 1912 inaugurasen su primer horno situado en el número uno de la plaza de España.
Fieles a su calidad no quisieron dejar de hacer pan sólo con agua, levadura y harina y a causa de ello no resistieron la competencia. Así lo contaba entonces Miquel Duran, gerente de la firma.
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