El descaro de la prostitución callejera
Un viernes del mes de agosto por la mañana. 6.15 horas, para ser exactos. Magaluf. Delante de la atracción temática situada en la esquina de la avenida Pedro Vaquer. No se trata precisamente de un lugar oscuro y escondido. Ya está amaneciendo y las meretrices se sitúan en medio de la acera, por donde pasan muchos turistas que se retiran a sus hoteles tras una noche de marcha. Se pueden contar hasta seis prostitutas en la acera. Intentan negociar con los últimos clientes de la noche. De forma ostensible, nada discreta. Uno de los posibles clientes, un joven sin camiseta, está hablando un buen rato, pero al final cruza la acera y se va en otra dirección. Las mujeres procuran llamar la atención de cualquier turista que a esa hora pasea solo por la calle. Su jornada acaba y las prostitutas, que comienzan a aparecer por las calles de Magaluf poco después de la medianoche, apuran hasta el final para desesperación de los vecinos y empresarios de la zona, que cada verano denuncian la mala imagen que causa a la zona el fenómeno de la prostitución.
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