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Antes del Hostal Baleares

Can Boira antes de ser Hostal Baleares.

La imagen que acompaña este texto reúne historia y descubrimiento. No sabía que el Hostal Baleares se alzó sobre ese pequeño edifico de planta y piso. Me enteré porque Magda González Crespí, biznieta de la pareja que lo construyó, me la enseñó hace poco tiempo, al enterarse de la insistencia que habíamos tenido desde ARCA hasta conseguir que se catalogara el inmueble y, por tanto, se evitara su destrucción. Ella tenía la ilusión de adentrarse en la que fue casa de sus antepasados para intentar poner imagen a los recuerdos que tantas veces le relató su madre. Aún no lo ha conseguido, pero no pierde la esperanza.

Magda, una maestra apasionada de la música, escuchó muchas veces, de labios de su madre, cuántas penas y alegrías había vivido en esa casa. Can Boira, la llamaban. "Just davant la porta principal, al carrer, hi havia una de les entrades al refugi de la Plaça rodona", le contaba su madre, que era una niña cuando estalló la guerra.

Aquella niña de seis años, que se llamaba Magdalena, había venido con su hermana y su madre, como cada año, a pasar el verano a casa de sus abuelos. Era el año 1936. Su padre, militar, tenía intención de reunirse con la familia en cuanto tuviera días libres de su destino en Barcelona. Esa visita tan deseada nunca llegó y de hecho no se reencontraron hasta mucho después de acabada la guerra. Él, tras la pérdida de Catalunya, había pasado por campos de concentración franceses. Al decidir volver, fue humillado, sometido a un juicio falto de rigor y recluido en la Modelo.

Cuando Magda me enseñó la imagen, reconocí al instante el edificio, ahora recrecido y, la verdad, fue emocionante. Aunque la que rezumaba emoción era ella. Me contó que sus bisabuelos eran gente de ánimo empresarial, lo que hoy llamaríamos emprendedores, y que en el año 1928 compraron los solares que ahora ocupa el hostal. En el primer piso vivieron la pareja y sus cuatro hijos, una de los cuales fue la abuela de Magda. Además en gran parte de la planta baja del edificio instalaron una fábrica de baldosas. Ella fantasea con que las baldosas esmaltadas que se veían desde la calle, en las paredes del interior del 'hivernero', quizás se hubieran fabricado allí. Me comentó que estaría muy bien que las conservaran porque esos detalles, al final, son los que se valoran más. "Tenc por que les hagin llevades totes", me dijo.

Desde ese mirador, que describe una curva en consonancia con la plaza a la que da el edificio, la niña Magdalena observaba la plaza con columnas, recién levantada por el arquitecto Guillem Forteza. Veía circular carros, pocos coches, bicicletas y personas, y en ese lugar ajardinado, ella jugaba y se divertía como cualquier criatura. También debía de ver llegar a los adictos al bando franquista que una vez y otra registraban su casa por ser familia de un hombre fiel a la República, su padre. Ese mismo argumento fue el que motivó que las cercanas monjas le impidieran a ella y a su hermana continuar en su escuela por ser "hijas de un rojo".

Muchas veces le habló a Magda de las carreras para llegar al refugio antiaéreo cuando sonaban las sirenas de aviso que estaban situadas sobre el edificio de la actual Eléctrica Española. Siempre he pensado que no hay mayor lección de pacifismo que visitar un refugio antiaéreo. La estrechez y la luz escasa junto a la falta de libertad de movimiento facilitan imaginar el miedo, la injusticia y la violencia de la guerra.

En el primero que entré fue en el de la Clínica Valdés, un edificio ahora de viviendas particulares, cuyo propietario lo encontró por azar al caerse dentro desde la planta baja. En lugar de llenarlo de escombros o destruirlo, el admirable hombre lo rehabilitó y lo muestra a sus amistades como parte de un edificio con historia. ¿No creen que sería bonito recuperar el refugio de la Plaça de les Columnes y poder visitarlo? Sabemos que sigue ahí. Estaría bien recuperar muchos otros en muchos barrios. Si se quiere se puede. En esa ilusión estoy metida con algún caballero sabio como Ricard Terrades.

Con el tiempo, los bisabuelos de Magda, don Gaspar Guasp Payeras y su esposa, Catalina Quetgles Matas, perdieron su casa por no poder satisfacer unos pagarés. Es muy probable que en esa época de posguerra y venganzas fuera un desahucio fraudulento, pero a estas horas poco importa. Pasados los años, Can Boira creció en altura y se transformó en el Hostal Baleares que hoy conocemos y ahora se rehabilita en hotel de categoría.

Decía que la foto aúna historia y descubrimiento, pero sería quizás más completo añadir que también transmite sentimientos y nostalgia, además de la esperanza de poder cerrar el círculo de un relato que abarca ya cuatro generaciones.

Estuve esta semana visitando el Hotel Summum, producto de la rehabilitación y transformación de un edifico histórico de Palma. Junto a la puerta de la suite principal se explica brevemente un detalle del pasado del inmueble. ¿Se imaginan que en el hall del nuevo Can Boira estuviera la foto del edificio original con una pequeña anotación sobre el pasado del edificio? A eso le llamo yo valor añadido.

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