El empresario sueco Jimmy Brodesson, radicado en Montecarlo, el mismo que promociona pisos de lujo a razón de tres millones de euros en la Porta de Sant Antoni, compró el edificio de ca La Seu, la centenaria espartería que también quiere convertir en casas de lujo.

Su actual inquilina, Carolina Peronneau regenta la que fuera espartería de los hermanos Monserrat desde abril de 2010. Al principio lo hizo con Malaky Kerrigan pero lleva años sola al frente de un negocio que mantiene auténticas joyas del legado artesanal de Mallorca. Su contrato de arriendo concluye en enero de 2020, pero asegura sentirse apremiada. En estos momentos está en negociaciones y en manos de abogados.

"Para mí es patrimonio mallorquín pero a ellos no les interesa nada más que el negocio. Ni siquiera saben qué fue y significó Ca La Seu", se lamenta esta francesa de La Rochelle que vive en uno de los barrios, sa Gerreria, más sacudidos por la venta a promotores millonarios que están provocando la marcha de los vecinos del barrio que ya no pueden ni pagar los elevados alquileres ni los precios de venta.

Los hermanos Monserrat dejaron en herencia este negocio familiar, cuya documentación atestigua que Ca La Seu ya existía en 1510 y siempre en manos de esta familia. Al morir sin descendencia,los herederos fueron unos abogados y amigos de la familia.

En septiembre de 2017 lo vendieron a Jimmy Brodesson, un joven empresario sueco, aficionado a las lanchas de lujo, según se aprecia en su página de facebook, y cuyo interés de negocio se ciñe principalmente al casco antiguo de la ciudad.

Si en la calle Socors esquina Porta de Sant Antoni ofrece sus twin house, las de Ca La Seu, de 290 metros cuadrados, suben hasta 3.500.000 euros.

El edificio lo hizo el abuelo de los Monserrat en 1885; aunque no está protegido, tan solo la fachada y el aljibe. Tiene cuatro alturas y una casa en el tejado. Además de la propietaria del bar, que también renta el primer piso como almacén, hay otra inquilina de 83 años que tiene un contrato de renta antigua. También está en negociaciones con los propietarios suecos.

Carolina Peronneau lamenta una situación que está despersonalizando el barrio "por puro interés especulativo. Ha pasado por "varias etapas emocionales", y aún no ha decidido si "termino ahora o espero al año que por contrato puedo permanecer regentando el bar. Es una situación muy incómoda; triste", asegura.