Los tintes de pelo, los peinados, no han dejado de ofrecerse ena primera peluquería que se abrió en El Terreno: Picornell. Noventa años después son otros los afeites. La literatura se ha aliado en Los Oficios Terrestres, que así se llama ahora este comercio que Cort acaba de incluir en la lista de los "emblemáticos". No fue la primera vez que las letras han olido a plis.

Xavier Abraham, sobrino del primer propietario de la peluquería, y que estuvo al frente de ella desde los 14 a los 65 años, charla con Lola Fernández, la actual propietaria de Los Oficios Terrestes, una licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, que desde los últimos cinco años ilumina el barrio, no solo vendiendo libros, sobre todo de género, sino también organizando distintas actividades literarias. Por supuesto, la peluquería sigue en marcha.

Pasado, presente y futuro, "ya veremos; estaremos hasta que nos cansemos", apunta Lola, se entremezclan en la conversación. Abraham fue mozo de la peluquería que su tío abrió en 1928 en la calle Alfonso XII, en el chaflán con la carretera de Andratx, hoy Joan Miró. "En aquellos años casi no había peluquerías de señoras. Se puso de moda el corte a lo garçon. El Terreno era un pequeño paraíso en aquella Europa de entreguerras para todos aquellos espías y artistas extranjeros que vinieron a Mallorca porque era muy barata. Junto a esos exóticos extranjeros, en el barrio vivía población obrera, los picapedreros que trabajaban en el muelle", apunta Abraham.

Los primeros hoteles que se establecieron en la zona llamaban a la peluquería Picornell para que peinara a sus clientas. "Mi tío era barbero aunque empezó como peluquero de señoras", cuenta su sobrino, mientras enseña una foto ya sepia, publicitando en inglés el negocio.

Lola Fernández le escucha. Ella llegaría al barrio de la mano de su bisabuela, Pilar Juncosa, a la que por "estar más cerca que de nadie, era mi súper abuela". Con la mujer de Joan Miró, Lola iba de La Bonanova al Terreno. "Aquí comprábamos todo. Ella se sacó el carnet con 60 años, y venía a la peluquería; yo la acompañaba. Me resultaba muy raro. Yo a Xavier Abraham le llamaba doctor porque como le veía con esa bata blanca", recuerda la propietaria de la librería y peluquería Los Oficios Terrestes.

Aquel recuerdo que atesora de ella acompañando a su "súper abuela a todos lados" por el barrio más cercano a su residencia en La Bonanova, crece. "Luego El Terreno se convirtió en una experiencia nocturna. Para mí Sagitari-Picornell era un lugar un poco freakie, una rara avis. Mi sensación de ver esas señoras con rulos, con el casco del secador de pelo, mientras tú venías a mirar libros...", apunta Lola.

Harold Bloom en Sagitari

En mayo de 2002 el crítico estadounidense, el enfant terrible de las letras, el autor del más que discutible canon literario, Harold Bloom estuvo en Mallorca para hablar de Ramon Llull. Cuando estaba comiendo en un hotel cercano a Gomila, alguien le habló de la existencia de una librería peluquería, algo insólito. Quiso conocer Sagitari.

"La abrí en 1994. Necesitaba estímulos. Yo venía de hacer los Poemes a l'Habana. Trabajaba en la peluquería y aquí era donde pasaba largas horas leyendo. En aquellos años aún no existían negocios híbridos. Elegí poesía porque era un género despreciado por los propios libreros", explica Abraham sobre el origen de Sagitari, la conversión de la peluquería al mundo libresco.

Cuando el pope Bloom entró en Sagitari no buscaba un corte de pelo, sino que revolvió entre los libros "y compró unos cuantos. Le gustó la selección", recuerda con orgullo el librero, ya jubilado. Guarda con celo el autógrafo.

Sagitari era reconocida fuera de la órbita de Palma. En el barrio convivían indolentes, a la mallorquina, tener esa extraña peluquería que ahora afeitaba a los poetas.

"Lo vi cerrado. Le pregunté. Una librería y se cierra. Yo en aquel momento había terminado el máster, hacia el CAP y no sabía qué hacer. Junto a una amiga librera, Julia, nos lanzamos y abrimos este negocio de libros y peluquería", cuenta su actual propietaria.

Le cambió el nombre. El título de un cuento del escritor Rodolfo Wash, sobre el que Fernández Miró había hecho un trabajo en el máster, Los Oficios Terrestes, acabó rotulando la nueva etapa. La de ahora.

"Han venido personas que viven en el barrio; organizamos actividades pero de ahí a afirmar que somos un faro no puedo decirlo. Haciendo autocrítica, todos somos responsables de que los negocios que dan carácter a una ciudad acaben cerrando. Palma está en venta", lamenta Lola Fernández. "Esto no mejorará hasta que llegue una alcaldesa o alcalde valiente. Hoy lo más subversivo es tener criterio propio", dispara Lola Fernández.

El Terreno no es ajeno a la especulación, aunque se agradecen algún tipo de inversiones que mejoren el barrio. "No se trata de recuperar el esplendor de la zona. No hay que volver atrás sino hacia adelante. El Terreno debe ser un lugar para vivir. Temo la conexión que proyecta Cort con el Paseo Marítimo, que no acabe siendo un trasvase de clientes aquí", barrunta Xavier Abraham, actual presidente de la asociación de vecinos.

En Los Oficios, las seis mujeres que están al frente, entre corte de pelo, consejos sobre los libros del nuevo feminismo, viven al día. "¿Futuro? Estaremos aquí hasta que nos cansemos; nos sostiene la fuerza que tenemos", dice Lola.