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Palma a Palma

Vecinas gaviotas

Vecinas gaviotas

Desde hace unos años, las gaviotas se han hecho urbanitas. Antes, el fondo de sus chillidos era algo exclusivo de un puerto pesquero. Las encontrabas revoloteando sobre las barcas de bou. Sobrevolando el paisaje en geométricas bandadas. Formaban parte de un paisaje marítimo esencialmente salvaje. Y lo siguen siendo. Pero ahora también han colonizado la ciudad.

A simple vista, uno diría que los pequeños gorriones van en regresión. Sobreviven las palomas. Y se multiplican cada vez más las gaviotas. Pero estas últimas resultan mucho más agresivas e inquietantes que la mayor parte de sus congéneres alados. Porque son voraces y carroñeras.

Las gaviotas ocupan los terrados. Montan turnos de vigilancia, sin moverse ni un instante de su punto de observación. Recorren los patios de los colegios y las calles a la busca de restos de comida. A veces atacan a las palomas. Lo contemplan todo con unos ojos fríos, claros, hitchcokianos. Como si estuviesen elaborando sus planes de rapiña con gran precisión.

Cuando las escuchas desde el piso, las sientes volar entre graznidos. A veces, pasa fugazmente por la pared la sombra de una de estas grandes aves. De una envergadura considerable. Llegan a primera hora. Se pelean. Curvan el cuello para dar sus gritos guturales. Después, al anochecer, vuelven en bandadas a sus dormideros. Las escuchas de nuevo sobrevolando los edificios y las calles.

Son unas vecinas poco deseables. Lo llenan todo de excrementos blancuzcos. A veces, te ocupan el terrado y simulan atacarte si entras en su territorio. Nos vigilan constantemente. Nuestra ciudad, siendo la suya, es diferente.

Y quién sabe lo que puede circular por el cerebro de una gaviota.

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