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Antiguas cabinas telefónicas en la plaza Madrid.

Sa Torreta

Señoritas y cabinas de Telefónica

Hace medio siglo se derrumbó en Palma un mito: el de las operadoras de las centralitas de telefónica que, según las malas lenguas, cotilleaban las conversaciones de sus convecinos. Al mismo tiempo, empezó a tejerse otra leyenda aún más peliculera: la de los espías o los disidentes del franquismo que llamaban desde cabinas para evitar que sus contactos fueran controlados por la policía.

A principios de mayo de 1967 la telefonía se automatizó. Ya no era necesario contactar con la central más próxima y solicitar una conferencia con un número de Barcelona. La respuesta de la 'señorita' de la Compañía Telefónica Nacional de España podía oscilar desde un esperanzador "le paso" hasta "esta conferencia tiene una demora de tres horas". Entonces empezaba un complicado proceso de contactos entre las 'señoritas'. Iba acompañado de un trajín de clavijas, palancas y agujeros que se repetía en Palma, Barcelona o el destino elegido y la casa del receptor de la llamada. Una odisea que se convirtió en placer cuando las comunicaciones pasaron de casa a casa sin intermediación.

Porque, las 'señoritas' se labraron una leyenda que incluía desde su condición de ser las personas mejor informadas sobre los cotilleos, hasta matrimonios concertados tras un enamoramiento basado en la voz sedosa que repetía los protocolos de atención al cliente.

Al mismo tiempo que la telefonía se automatizaba, en Palma surgía un elemento del mobiliario urbano desconocido: la cabina telefónica. Ya no era necesario tener un lujo en casa o recurrir al vecino o al bar del pueblo para comunicarse con la familia. En abril de 1967 se instalaron los primeros 45 habitáculos desde los que, mediante un sistema de fichas -las monedas vendrían poco después-, se podía llamar por teléfono desde las principales calles y plazas de la ciudad. La primera se estrenó en la plaza de España y entró en funcionamiento a mediodía del 18 de abril de 1967. También se habían instalado en Joan Maragall, General Riera, la plaza Fleming, las viviendas Verge de Lluc y Son Gotleu.

Hoy las está matando el teléfono móvil.

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