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En Palma hubo más de 20 lecherías, ahora se sustituyen por máquinas.

Sa Torreta

Lecherías sin Omega 3 en Palma

El desmadre de horarios comerciales es cosa de nuestros neoliberales tiempos. En los años de autarquía, la autoridad competente fijaba los de verano...

El desmadre de horarios comerciales es cosa de nuestros neoliberales tiempos. En los años de autarquía, la autoridad competente fijaba los de verano y los de invierno de acuerdo con su justo e inapelable criterio. Las lecherías cerrarán de las 13.30 a las 16.00 y por la noche a las 20.00; salvo los sábados y vísperas de festivo que prolongarán su horario hasta las 21.00. Las fiestas de guardar hay que madrugar, a las 10.00 en punto se acaba la venta.

¿Lecherías en Palma? La leche, contrariamente a lo que creen algunos jóvenes, no se genera en los envases de cartón de los supermercados. La de consumo humano la producen generalmente las vacas y, sorpresa, no ofrecen las variedades entera, semidesnatada y desnatada. Ni siquiera aportan dosis añadidas de Omega 3 -¿qué diablos será eso?- ni se enriquecen con calcio. Es más, antes de que aparecieran la uperización y la pasteurización, debía consumirse fresca, del día a poder ser.

Las lecherías eran una necesidad. Lugares a los que cada mañana llegaba el líquido blanco en vasijas metálicas y se introducía en depósitos provistos de un artilugio para medir las cantidades. Los niños solían recibir el encargo de comprarla y llevarla a casa en una lechera metálica con tapa. Un bigote blanco delataba que una parte del producto se había perdido por el camino. ¡Entonces la leche tenía nata!

He contabilizado 24 lecherías en Palma en 1935. En las calles Concepció, Santa Clara, Gerreria, Llibertat, Conquistador, Argenteria... Incluso existía una Sociedad Cooperativa de Ganaderos con una central en la calle Sant Feliu y cuatro sucursales. En estos establecimientos solía venderse queso. Con los años también llegó una marca creada en un piso de Barcelona por un judío sefardí nacido en Salónica llamado Isaac Carasso. Contenía un producto medicinal llamado Danone -entonces nadie le llamaba yogur- que favorecía la flora intestinal.

Con el tiempo, estos productos, crecieron, se multiplicaron en incontables variedades y se instalaron en las líneas de estantes de los supermercados. Y las lecherías se extinguieron.

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