Su último tesoro es un viejo tándem que le regalaron hace una semana y que aún tiene que pasar por el "quirófano" para que ruede como nuevo. La colección de bicicletas antiguas de Jordi Canyelles alberga desde piezas de museo fabricadas a principios del siglo pasado hasta elementos tan prácticos como redecillas de colores hechas a mano para las ruedas traseras de las bicicletas de mujer. "Con ellas la falda no se enganchaba en los radios de la rueda", explica el experto sobre un complemento que ya no se ve por Palma. En cambio, las bicis siguen llevando luces delanteras, aunque ninguna es de carburo o aceite, como antes. Estas últimas "tenían un muelle para que no se derramase el aceite, ya que como las calles no estaban asfaltadas, los vehículos pegaban muchos tumbos", detalla Jordi.

La más antigua €calcula que data de 1915€ es una bicicleta de pista que le regaló Toni Cerdà, como indica en un letrero. Todas las donaciones están señalizadas con pequeños cartelitos colgados del manillar, aunque hay otras que compra en los mercadillos. Restaura todas ellas con tiempo y paciencia. Puede tardar desde una semana hasta un mes y lo que hace es "eliminar el óxido, desmontar la bicicleta en piezas para terminar de limpiarla bien y, si están todas, volver a montarla". Muchas veces faltan piezas, por lo que Jordi tiene que encontrar vehículos similares para poder completarlas. "A lo mejor, de tres bicis hago solo una, pero cuando piensas que hay un montón de hierro que no sirve para nada, no es verdad, siempre se aprovecha algo", asegura el dueño de medio centenar de vehículos.

Buscando por todas partes, este aficionado que tiene el taller en el Secar de la Real €él lo llama "quirófano"€ ha surtido sus bicis con detalles como una cartera de piel para las herramientas del campo, un asiento de madera enfrente del sillín para llevar a un niño, un decorativo cubrecadena y manillares también de madera, como se usaban antaño, además de las citadas redes para ruedas.

El velocípedo

En los años 60, Jordi fue ciclista amateur de carretera y de pista; y posteriormente trabajó como seleccionador; aunque no fue hasta 1982 cuando se inició en la restauración de bicicletas. "Un amigo llamado Pedro Canals nos prestó a varios un velocípedo del año 1882, que desmontamos y copiamos pieza por pieza para construir otros exactamente iguales". Destaca que el original se encuentra en el museo de la Porciúncula y la reproducción que tiene en casa le sirvió para aprender a recuperar vehículos antiguos y fabricar sus propias creaciones.

En es museu d´en Jordi, como reza el cartel de la estancia junto al taller de restauración, tiene el velocípedo y curiosidades como un botellero en forma del citado ciclo, una bici de madera que creó con la ayuda del carpintero Josep Miró, más de un centenar de bicicletas en miniatura y una colección de más de 500 sellos con imágenes de gran variedad de vehículos a pedales.

El exterior de la finca situada entre el Secar y Son Espanyol es una continuación del museo, ya que allí está lo que Jordi bautiza como el ´troncobici´, un triciclo con ruedas de marés €"el primero de Pablo Picapiedra", bromea€; una bicicleta-escultura con las ruedas de madera cuadradas; otras dos con la estructura a base de troncos y muchas más, todo un mundo para los amantes de los vehículos a pedales.