De Muro a Palma. De granja a bar de meriendas y tapas. De la Granja Segura al Bar Pigalle, donde se sirve "¡la mejor ensaladilla de la ciudad!", pondera Jaume Segura Vidal. El Pigalle es su historia, aunque nunca ha ido al barrio parisino del que toma prestado el nombre. Ahora, a sus 75 años, "se me ha pasado el momento", subraya con una sonrisa casi emboscada. Parece tímido.

En la calle 31 de Desembre confluyen una serie de merenderos, casas de comidas, bares que conviven en armonía. El Pigalle ocupa el chaflán con una rotundidad y elegancia propia de la ciudad que le alumbra. El toldo amarillo que le cobija le otorga una prestancia que mantiene desde hace ya años. Su elegancia es natural, sin aspavientos. Afuera, en su terraza, unos leen la prensa, otros apuran el segundo café de la mañana. Les atiende Eulàlia Segura Moragues, la hija y continuadora de un negocio familiar que alcanza ya los 52 años.

"Se puede decir que he nacido aquí porque aquí estoy desde pequeñita. Quiero continuar la tradición. Me daría pena que se perdiera el bar", cuenta Eulalia. La apoyan sus hermanos, Alberto actualmente, y Jaume, el primogénito, que también estuvo al pie del Pigalle años atrás.

La familia Segura, oriunda de Muro, ya hizo del dar gusto a los demás negocio. En la localidad del norte de Mallorca, Jaume Segura Miró despachaba helados en la granja Segura hasta que el hijo, escasamente amigo de los libros y más afecto "a los paseos y a las chicas", les pidió a los padres trasladarse a la capital. "En Muro había poco ambiente, y las mujeres no iban al bar. En Palma, las fui convenciendo para que probaran nuestras tapas", narra con una mirada picaruela aquel adolescente que, sin darse cuenta, abrió una brecha de igualdad en el Ensanche de Palma.

La vida da tumbos insospechados y aquel boom turístico puso en auge la zona que los Segura abandonaron. "¡Mira tú, Can Picafort y las playas de Muro ahora! ¡No se sabe nunca!", suspira.

Al casarse con María Moragues, de la cocina humea y despierta el olfato el guiso de sepia recién cocinado por ella, aquel bar de 31 de Desembre llamado Hard Rock mudó nombre. "No me gustaba. Un cliente bohemio que venía por aquí me sugirió el Pigalle porque él lo conocía. Me gustó cómo sonaba, ¡aunque yo ni sabía qué era!".

Entre los clientes, el pintor Julio Viera que ha dejado para la posteridad el cuadro Pigalle que sirve de tarjeta de presentación del bar y que enmarca una pequeña historia que cuenta Jaume Segura. "Él sí estuvo viviendo en el barrio de Pigalle y al pintar el cuadro dibujó el Quijote y a Sancho y me dijo, ´mira, ahí estamos tú y yo´´. Viera es espigado como un molino de viento.

Los recuerdos se ven en algunas fotografías en blanco y negro como la que enmarca al jugador de fútbol Bernat Sans, capitán del Mallorca a finales de los años sesenta, o la de unos jovencitos Jaume y Maria, detrás de la barra. Cuenta la hija que pasan por el Pigalle "periodistas, artistas y cantantes" como Santiago Auserón y el actor Colm Meany, protagonista de la película de estreno reciente, El perfecto desconocido, del mallorquín Toni Bestard. "Cuando le vi, me sonaba. Le pregunté su nombre. Estuvo hace cuatro años", apunta con orgullo Eulàlia.