Se te puede perder alguna sílaba al pronunciar el primer apellido de Cristina Beascoechea Gual, una persona poliédrica que tiene alergia al quietismo. Cuarenta años a tope. Una hoja de servicios internacional y brillante. Tiene el don de lenguas y asume que la casta familiar ha aportado lo suyo a su trepidante mapa vital. Desde septiembre es la directora de la Fundación Asima: "¿Qué hago yo en un mundo de hombretones?". Probablemente lo mismo que hizo cuando fue pionera en marketing y comercio en empresas medioambientales, al ganar un premio de innovación por un aparato para animales de compañía y al sacar el título de ejecutiva de Coaching por Esade Bussiness School. Separada, con un hijo y con tiempo para impulsar en Palma la Akademia Mallorca, una iniciativa educativa por la que no cobra y que ayuda a los más jóvenes, inspirada en la empresa que montó el periodista Borja Vilaseca. "Quiero aportar mi granito de arena", reitera. Quienes la conocen destacan su alegría de vivir, ella que estuvo a punto de perder la vida hace poco más de un año. Esta hija de la generación que habla jerga anglosajona y se mueve en red apela al sentido común.

—Beascoechea Gual. ¿Vasca- mallorquina o a la inversa?

—Soy mallorquina pero nadie se lo cree. (Risas). Nací aquí pero tengo pata vasca. Estoy muy marcada por la educación de mi familia que desde siempre me enseñaron lo que vale un peine. En Mallorca cuando digo que soy Gual les aclaro que soy Gual de los que trabajan.

—¿Y Beascoechea de los que innovan?

—Mi padre era jefe de máquinas. Nació en Bermeo y corrió por medio mundo pero se enamoró de una mallorquina y dejó esos mundos de Dios, y eso que en aquel momento ganaba 30.000 pesetas que era un dineral, pero se buscó la vida aquí. Se metió en una fábrica y como sabía de maquinaria se fue aplicando en máquinas de hacer plástico. Creó Inmaplast.

—De la mar al plástico...

—Hay mucho desconocimiento y mucha estupidez. Con el tema de ser sostenible hay mucha tontería. Mira la campaña de las grandes superficies de dejar de dar bolsas de plástico es un engaño, en realidad les favorece a ellos y ganan un montón de dinero. Como te explicas que dejen de dar plástico en las bolsas pero luego prácticamente todo lo que venden esté plastificado. Aquí se es sostenible de cara a la galería.

—Sus abuelos montaron el Mónaco en la plaza Gomila, una institución.

—Sí, me hubiera gustado conocerlo. Lo vendieron al poco de nacer yo. Mis abuelos maternos habían montado el Mercantil en Inca y estuvieron a punto de abrir la Granja Reus en Palma pero a mi abuelo lo represaliaron tras la guerra. Era interventor del ayuntamiento de Palma en tiempo de la República. El Mónaco lo tuvieron que poner a nombre de mi madre

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