Un grupo de niños de menos de diez años pega brincos con el monopatín en medio de la calle mientras varias madres charlan junto a la peluquería, una pareja pasea distraída y tres abuelos discuten sentados en un banco al atardecer de una jornada casi primaveral. Otro dato: apenas se oyen los coches. Suena a escena de pueblo, aunque sucede casi en el centro de Palma. Se trata de la calle Fábrica, a la que ahora Cort llama eje cívico peatonal. Antes de que comenzasen las obras de remodelación era una vía del barrio de Santa Catalina con coches aparcados a ambos lados de la calzada y un estrecho carril para circular.

Hace poco más de dos meses que fue inaugurada por todo lo alto y la peatonalización se lleva hoy el aplauso de los viandantes, comerciantes y restauradores. Sin embargo, el presidente de la asociación de vecinos del Raval de Santa Catalina, Pere Felip, continúa su lucha particular para lograr que los vehículos vuelvan a circular por allí.

¿El motivo? "En cuanto llegue la primavera y los restaurantes empiecen a sacar sus mesas a la calle, esto se convertirá en otra Llotja o, todavía peor, en la calle del Jamón", dice con rotundidad. El temor de Felip se incrementa con la ordenanza antibotellón, aún no aprobada. Opina que, cuando ocurra, "el botellón del paseo Marítimo se trasladará a la calle Fábrica. Esto es un efecto mariposa", concluye.

Por el contrario, el presidente de la asociación de restauradores del eje cívico peatonal, José Luis Bestard, asegura que serán "muy respetuosos en el cumplimiento del horario. Hemos encargado al Ayuntamiento pegatinas para los locales en las que se indicará que el horario máximo de cierre de las terrazas será las doce de la noche", explica.

Además, como dice el dueño del restaurante Santa Catalina, Guido Kreps, "los clientes son los mismos de siempre, aunque ahora están muy contentos con el cambio que ha experimentado la calle: está mucho más limpia y tranquila y es más social".

Lo mismo opina la residente Esperanza Cañellas, a quien le "apetece más pasear y sentarse en un banco a tomar el sol desde que se hizo la reforma".

"Las terrazas darán vida"

La dueña del colmado situado entre Fábrica y Pou, Catalina Manresa, asegura que "todo el mundo está encantado con el cambio y ningún cliente se ha quejado de no poder aparcar en la puerta de la tienda. De todos modos, antes tampoco se podía porque estaba lleno de coches. Ahora está más bonito".

Todavía "hay que esperar un poco para que sea más conocida y transitada, pero las terrazas de los restaurantes le darán mucha vida", en palabras del propietario del negocio Venus Dona Moda, Enzo Capece. "Quienes disfrutan más por ahora son los niños", tal como dice el dueño del Txacolí, aunque algunas madres están preocupadas porque en las calles transversales "los coches pasan muy deprisa", critica Margarita Garcías. No deben de saber que ahora los peatones mandan.