Está ubicado a la derecha del acceso principal del cementerio de Son Valentí. Es un terreno de poco más de 200 metros cuadrados, con 39 sencillas tumbas (35 para adultos y 4 para niños) separadas del resto por una pequeña zona verde y un reducido espacio para rezar. "Es un primer paso, un símbolo de nuestro derecho elemental como ciudadanos y creyentes", comentaba satisfecho el presidente de la Lliga Musulmana de les Illes Balears, Francisco Jiménez, al contemplar la futura zona de enterramiento para su comunidad, la primera en Balears, que será recepcionada por el Ayuntamiento a finales de este septiembre.

Tras más de 15 años reivindicando un lugar para sus difuntos que fuera acorde con sus creencias, los musulmanes han conseguido finalmente un cementerio con las sepulturas orientadas transversalmente hacia la Meca (SE aproximadamente) y la suficiente amplitud para que la persona pueda descansar sobre su costado derecho y con la cabeza mirando hacia ese lugar sagrado.

El Acuerdo de Cooperación entre el Estado Español y la Comisión Islámica de España, firmado en 1992, reconocía el derecho a la concesión de parcelas reservadas para los enterramientos islámicos en los cementerios municipales. No obstante, tras las demoras en cumplir con este convenio, la comunidad de Balears se encuentra ahora que sus sepulturas han tenido que ejecutarse condicionadas a la normativa sanitaria autonómica que no permite cumplir completamente los preceptos de la tradición musulmana.

"El entierro debe ser lo más sencillo posible. Todo gasto innecesario para los muertos perjudica a los vivos. Los recursos de la tierra deben ser destinados a los necesitados", resumía Jiménez sobre su doctrina. Es por eso que la costumbre no aprueba las bóvedas, ni monumentos ni siquiera la incineración y encuentra un tanto reprobable que se entierren a sus muertos en ataúdes. "Por eso los cuerpos se depositan directamente en contacto con la tierra envueltos en sábanas", explicaba.

En cambio, la legislación vigente les ha impuesto que todas los enterramientos se harán con féretros –si bien un poco más delgados de los que se utilizan en el ritual católico– y con una losa al fondo que impedirá el contacto con la tierra por motivos de sanitarios. "Es una solución provisional, para responder a una necesidad concreta", comentaba Jiménez sobre esta inconveniencia.

Sin estas modificaciones puede que esta necrópolis no sea bien recibida por los creyentes más tradicionales, aunque eso todavía es una incógnita para su representante. "Tendremos que esperar a la reacción y a la demanda", comentaba.

No obstante, evaluaba que casi todos los inmigrantes prefieren trasladar su cuerpo al lugar de origen, como se ha hecho hasta el momento en la mayoría de casos. Este espacio está destinado más bien a ser un remedio para aquellas personas sin recursos que ha tenido que reposar en Son Valentí sin los mínimos de su creencia o para el número creciente de familias arraigadas en Balears o de mallorquines que se han convertido a la fe.

De cualquier manera, como la falta de espacio para las tumbas no entiende de creencias, ya está previsto que en unos dos años se resuelva una ampliación de Son Valentí para cubrir la creciente demanda. "Será entonces cuando se negociará otro espacio más amplio y más acorde con nuestra tradición", auguraba Jiménez, pues la Lliga ya está tramitando los permisos de la conselleria de Salud para las disposiciones sanitarias, como ya se ha modificado en otras comunidades como en Andalucía donde desde hace años cuentan con este tipo de cementerios.

Hasta entonces, la cesión del derecho funerario será por un plazo de 99 años y estas sepulturas no podrán ser adquiridas en propiedad, sino sólo alquiladas. "No podemos permitir que se acaparen, serán administradas según la necesidad y la demanda", aclaraba Jiménez. Es por eso que cada unidad de enterramiento podrá ser exhumada al cabo de cinco años hacia un osario comunitario para que pueda existir una rotación. Otro inconveniente que quizás sea difícil de explicar a los fieles de otras culturas. "Lo importante no es el espacio físico, sino el reconocimiento de una normalidad multiconfesional. Nos da visibilidad y refleja la nueva realidad social", valoraba su representante. "No es más que un tema de convivencia. Un paso más de un camino del que todavía queda mucho por recorrer".