Hay momentos que cambian la historia de una ciudad, y no siempre hablamos de guerras. El lunes leí en la sección Hemeroteca que se cumplían cien años desde que el gobernador civil de la provincia autorizara "el presupuesto extraordinario del Ensanche de Palma, formado por el ayuntamiento de Palma para el año actual". El Eixample permitió crecer a una urbe constreñida durante siglos. Su desarrollo se prolongó durante décadas y el plan inicial sufrió varias reformas, la más destacada de las cuales fue la de Gabriel Alomar en la posguerra, que afectó sobre todo a la zona de Llevant.

En 1897 se produjo uno de esos instantes revolucionarios. El concurso convocado para urbanizar los solares que estaban más allá de las murallas -cuyo derribo se veía próximo- fue fallado por un jurado compuesto por cinco ingenieros, un médico y el pintor Ricardo Anckerman. Se presentaron dos propuestas, una bajo el lema Salus populi, detrás de la que probablemente estaba el ingeniero Eusebi Estada, y otra redactada por Bernat Calvet, que al final se erigió en la triunfadora.

¿Se imaginan en qué forma decidió el futuro de Palma una decisión como la tomada en las postrimerías del siglo XIX? ¿Saben lo diferente que sería si el jurado hubiera optado por la propuesta perdedora?

Por ejemplo, el plano de la ciudad nueva sería ortogonal -semejante al de Barcelona, con edificios con chaflán en todas las esquinas-. Una gran avenida diagonal la atravesaría de noroeste a sureste rozando el caso antiguo en la plaza de España y se cruzaría con grandes viales: uno sería continuación del paseo Mallorca actual hasta la confluencia de las carreteras de Sóller y Valldemossa; otro, una prolongación de la Rambla y el tercero iría desde el Pont des Tren hasta la Costa des Gas. El cruce de este último eje con la diagonal y con el inicio de la calle Manacor tendría una gran rotonda. En la zona de Hornabeque habría un gran parque entre sa Riera (cubierta; sí, la idea no es nueva) y Santa Catalina. Un nuevo hospital se hubiera construido en la confluencia de las carreteras de Sóller y Valldemossa y el matadero ocuparía las actuales instalaciones de Diario de Mallorca.

Pero el jurado y el ayuntamiento se decidieron por la propuesta de Bernat Calvet. Hoy Palma sería una ciudad completamente distinta si la decisión tomada hubiera sido otra.