Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

CRÓNICAS ESTIVALES

Antonio Tarabini

‘Il dolce far niente’, sanseacabó

Hace escasos días, practicando mi particular dolce far niente, saboreando una birra y ojeando los periódicos, me reencontré con un amigo de los tiempos del cuplé, léase el finiquitado bar de Can Marcial. Se me acercó, nos dimos un fuerte abrazo. Y literalmente me dijo: «Toni veo que sigues vivo y coleando; y como pequeño burgués haces lo que te gusta y no dependes de nadie». Sonreí, pero me quedé preocupado por tales epítetos.

Dicho lo cual, ¿soy un pequeño burgués?

Un ‘alto’ burgués no he sido, y creo que no lo soy. No se inquieten, no voy a contarles mi vida. He tenido posibilidades de dedicarme profesionalmente a desarrollar mis conocimientos y habilidades procedentes de la sociología y de mis compromisos políticos con mayor o menor éxito. Nunca he trabajado sólo, ni en manada. Mi compromiso político sigue vivo y coleando. Como es lógico estoy amortizado, pero sigo leal al PSOE desde una cierta heterodoxia. Mi reencontrado amigo definía «pequeño burgués» porque hago lo que me gusta y no dependo de nadie. Es verdad a medias. Evito hacer lo que no me gusta. Como mínimo no me veo obligado a defender lo que no creo, aunque no siempre diga todo lo que pienso.

Les narro mi dolce far niente que pretendía y pretende que siga mi estado de ánimo estival, normal y vital, aunque los contextos hayan cambiado. Hace años cada mañana movía mi esqueleto para dirigirme a Can Marcial, un bar (ya no existe) ubicado en Sa Rápita en primera línea frente a Cabrera. Su aspecto y servicio, incluyendo el dueño, eran los propios de los cafés de pueblo. Allí tomaba mi café y ojeaba la prensa recién comprada. Un día sí y otro también, coincidíamos sin cita previa con una serie de conocidos/amigos que con sentido del humor poníamos a parir a fulano y a mengano y arreglábamos el mundo. A este valor, añadía la existencia de un vejete futbolín. Allí pasaba tiempo jugando con mis nietos. Al principio del verano yo era el campeón, condición que perdía a final de agosto. Can Marcial ya no existe. Los amigos y conocidos coincidimos mucho menos; y el futbolín tampoco existe.

Mi segundo dolce far niente era (ya no es) mi barca de recreo, un fuera borda de 5 metros, originaria de Italia y de nombre Cinque. Con amigos/amigas salíamos a pescar. Els raors eran peces del deseo y del buen paladar. El segundo uso era (ya no es) salir a la mar con familia, nietos y amigos, en búsqueda de las hermosas playas de los entornos. Después de más de 20 años, ha dejado de existir. Los años transcurren para la barca y sobre todo para su máximo usuario (¡el autor de estas líneas!). Mi espalda y riñones ya no soportan los sobresaltos de las olas. La vendí hace meses.

A pesar de los pesares, sigo con mi dolce far niente nada que ver con el aburrimiento. Sentado en una cómoda butaca en nuestra terraza, frente a Cabrera, leyendo un librejo o simplemente no haciendo nada. El futbolín ha sido sustituido por múltiples juegos de mesa. Mis nietos me derrotan incluido el parchís y el dominó. Debería «hacer camino al andar» por el bien de mi esqueleto, pero… Uso mi ordenador para mantenerme comunicado e informado, así como escribir y remitir estas y otras líneas.

Concluyo con una cita mía (¡olvidada!) que me acaba de remitir un amigo. «Durant el dia ens de permetre un temps de no fer res, ¡ dolce far niente!, no per fugir de la nostra complexa realitat , sino per afrontar-la amb bon estat d’ànim». Mientras, la política, la gestión de la res publica (la cosa pública), sigue viva y coleando con su estruendo de fondo. Oímos el ruido, pero no captamos la melodía.

Sanseacabaron mis Crónica Estivales 2023. ¡Hasta 2024!

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.