Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Lluvia fina | Odiadores

«Lo primero, la bondad; lo segundo, el talento. Y aquí termina el cuento», escribía en sus Poemas prácticos más que teóricos la buena y genial Gloria Fuertes. También dijo Platón que «buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro», algo que corrobora la neurociencia al confirmar que la base de un cerebro sano es la bondad y que esta puede llegar a ser, incluso, el punto más elevado de la inteligencia.

En el polo opuesto está el fenómeno que ha conllevado la aparición del término odiador, hasta ahora no usado de forma habitual en lengua española, lo que quizás nos ha llevado a adoptar sin miramientos el anglicismo «hater» para referirnos a ese ejército digital de miserables y cobardes que dedican gran parte de su tiempo a herir a los demás.

Aunque hace años que tengo redes sociales y percibía, sobre todo en Twitter, la existencia de gente malhumorada e hiriente, lo que te hace comprobar el verdadero sentido de la palabra «hater» es la total maldad con la que algunos actúan mientras otros seres humanos pasan por situaciones dolorosas y difíciles, sin la más mínima empatía ni respeto.

Por ello, son perversas las muestras de odio cuando muere una persona, como ha ocurrido recientemente con el fallecimiento de la escritora Almudena Grandes y mientras media España la lloraba, otros trataban de helar aún más su corazón, en una nueva versión actualizada del Españolito de Antonio Machado que ella tan bien reflejó en sus novelas.

Es triste este país, aunque haga de la juerga su carta de presentación, porque fue capaz de asesinar a su poeta más grande, a Federico García Lorca, quien profundizó como nadie en el sentimiento de ser español y sobre el que algunos, 85 años después, siguen vertiendo su odio sin final con pintadas homófobas y nazis.

España, líder mundial en donación de órganos durante casi 30 años, puede ser el país de la generosidad, pero también el de la mezquindad más absoluta con ese rencor añejo y recocido que alcanzó su culmen en nuestra guerra civil pero que es bastante anterior a ella.

No puede olvidarse que Benito Pérez Galdós, uno de nuestros mejores escritores, no recibió el Premio Nobel de Literatura por el propio país cainita que lo vio nacer, en uno de los episodios más vergonzosos de nuestra historia cultural.

La campaña en contra de Galdós por parte de la caverna de entonces se hizo vía cartas y telegramas, pero hoy los odiadores están a la vista de todos, aunque muchas veces escondidos en una identidad falsa, destilando su veneno cruel y envidioso a través de ese universo digital que les ha dado la categoría universal de «haters».

Existen, de hecho, canales destinados exclusivamente a eso, a odiar a personas y a tratar de causarles el mayor daño posible, en un ejercicio de mala baba sin límites pero también de falta de vida propia de quien lo practica que resulta absolutamente sombrío y patético.

Es el caso de un portal que bajo el título de «cotilleando» se dedica a despellejar, sin el menor atisbo de piedad, a la youtuber extremeña Inma Franco, con más de 400.000 seguidores en TikTok y autora del libro Acéptate, en el que relata el acoso que ha sufrido durante toda su vida simplemente por tener unos rasgos especiales debido al síndrome Saethre-Chotzen que padece.

Todos los que cobardemente se esconden a través de identidades falsas en esta web se han dedicado a lo largo de más de 160 páginas a meterse con Inma, con su familia, con su pelo, con su cuerpo, con su forma de hablar, de escribir, de vestir, de moverse, de bailar y hasta con su forma de pedir socorro en redes sociales para contar que a veces está mal, muy mal psicológicamente, en un ejercicio de crueldad, impiedad y maldad sin fin

También en una exhibición de envidia que los deja totalmente en evidencia, pues se les nota que no soportan que ella haya empezado a hacer realidad su sueño, el de estudiar el grado de Lengua y Literatura en la Universidad Autónoma de Madrid.

A todos ellos recordarles que una sola gota puede colmar el vaso y hacer que otra persona no soporte más sufrimiento, como ha podido suceder en el caso de la entrañable actriz Verónica Forqué, deprimida y sometida a humillación en sus últimos meses de vida en redes sociales; y desearles sobre todo, como canta Joaquín Sabina, que el fin del mundo no les pille bailando, sino criticando, acosando, para que en ese último segundo sean conscientes de la pobre y triste vida que han llevado mientras perdían su tiempo odiando a los demás.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.