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Al final todo cotiza en una bolsa

Puesto que soy tan partidario del derecho de uno sobre su propia vida como contrario al derecho de alguien sobre la de los demás, no puedo dejar de estar de acuerdo con el proyecto de ley de eutanasia. Es verdad que está lastrada, como ocurre con todo, por un burocratismo escudado en garantismo que hace que pueda pasar casi mes y medio desde que –por razones muy graves de previa y necesaria acreditación– uno decide que ha llegado el momento de irse y el día en que se despide para siempre; pero conviene evitar a todo trance el peligro de banalizar algo que por su naturaleza es tan extraordinario. De forma sorprendente un asunto así, que afecta al núcleo de la religión dominante en España, ha pasado como si tal cosa. ¿Será que la pandemia, además de aportar una preocupación absoluta que relativiza las demás, ha influido en la cotización de la vida, como suele ocurrir con las guerras?

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