Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

Quién sostiene a la monarquía

El mayor riesgo que corre hoy la Corona es el celo interesado de los «patriotas» de ultraderecha

Como todo el mundo sabe, 73 militares retirados han dirigido recientemente una carta a Felipe VI en que afirman que España vive una situación de «deterioro», en que la «cohesión nacional» corre graves riesgos, y culpan al Gobierno «social-comunista, apoyado por filoetarras e independentistas» de amenazar «con la descomposición de la Unidad Nacional», a la vez que muestran su lealtad al Rey «en estos momentos difíciles para la Patria». En un chat privado, algunos de los firmantes del escrito han proferido amenazas y han llegado a hablar de ‘fusilamientos’ y demás lindezas golpistas en el tono tabernario y primitivo de los militarotes antiguos.

No hay pruebas, evidentemente, pero la malicia profesional de este escribidor le lleva a creer que estos individuos, la mayoría de los cuales hizo la mayor parte de su carrera en democracia, no se hubieran atrevido a lanzar un panfleto de esta naturaleza si no hubiera surgido una fuerza política de extrema derecha que se siente vinculada a la dictadura, que proviene de aquellas fuentes autoritarias, que desdeña la libertad porque ve peligrar sus privilegios y que si pudiera nos devolvería a los disidentes y heterodoxos a las mazmorras y a los campos de concentración. También ha ayudado a esta expansión golpista la tibieza del PP, que en lugar de aferrarse a la Constitución frente a Vox, ha pactado con este partido en ayuntamientos y comunidades autónomas, con lo que ha proporcionado una especie de legitimación. Una legitimación que las fuerzas democráticas europeas no otorgan a la extrema derecha, confinada en Francia y en Alemania (por ejemplo) por un insalvable cordón sanitario que le impide influir en la formación de mayorías.

El Rey no ha respondido a la misiva (tengo la convicción de que aludirá a ella cuando sea oportuno para condenarla) pero sí la ministra de Defensa, quien, tras elogiar a los militares en activo que sirven a la patria con neutralidad, profesionalidad y eficacia, ha dicho no reconocer «a aquellos que en misivas, amparándose en una carrera militar que ya no sirven, de la que están muy lejos, sin defender los valores castrenses, pretenden implicar al jefe del Estado, vulnerando la clave fundamental, la neutralidad política». Robles les ha recordado que el Rey «es de todos, no de algunos», y por eso ha negado este reconocimiento a quienes «se embozan, en el uniforme militar, que ya no tienen derecho a llevar, para implicar a su majestad el Rey».

El incidente no es relevante porque no hay la menor sombra de duda sobre la incondicionalidad democrática de nuestro Ejército, que sabe bien cuál es su obligación. Pero sí se presta el caso a una reflexión que puede ser útil como aviso a navegantes. Y esa reflexión consiste en que, una vez que este país vuelve a considerar a Felipe VI una referencia capital del sistema, una vez dejadas atrás historias viejas de su progenitor que se liquidarán en su momento, el mayor riesgo que corre hoy la Corona es el celo interesado de los «patriotas» de ultraderecha, que ya se han apropiado de nuestra bandera y que ahora quieren hacer lo propio con la monarquía.

Ángel Viñas, prestigioso historiador, ha publicado diversos trabajos sobre las expectativas de la monarquía en la España actual, y lanza en uno de ellos algunas advertencias que vienen muy al caso porque retratan cabalmente la situación. «Se equivoca el PP —escribe Viñas— al autoproclamarse como el bastión monárquico por excelencia. No lo es. El auténtico bastión monárquico en España en estos momentos es, en mi modesta opinión, el socialista. ¿Y de VOX? Basura. Como lo fue Falange antes de golpe de 1936».

El diagnóstico es de sentido común, y de él se desprende otra evidencia: el peor servicio que la derecha puede prestar a la Corona es tratar de adueñársela, como al parecer pretendía hacer el referido documento en una de sus primas redacciones que después fueron desechadas. La adulación al jefe del Estado es perturbadora, venga de donde venga. Su destino es la soledad del punto medio, el equilibrio de la equidistancia. Y si la ciudadanía previera alguna desviación sistémica, se quitaría de encima a la institución monárquica más pronto que tarde. Por eso es tan importante que el Rey mantenga intacta la carga simbólica de la verticalidad.

Compartir el artículo

stats