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Liderazgo o libertades

Si buscamos en el diccionario de la Real Academia Española la palabra “liderazgo”, encontramos la siguiente definición: 1. m. Condición de líder. 2. m. Ejercicio de las actividades del líder. 3. m. Situación de superioridad en que se halla una institución u organización, un producto o un sector económico, dentro de su ámbito.

En las jornadas de puertas abiertas organizadas por las escuelas de negocios, suelen ser sus motivadores quienes dan en el clavo: proclaman que para ejercer el liderazgo se debe tener «aquella capacidad para solucionar problemas comunes». Pero - matizan sabiamente - «no todas las mentes prácticas pueden o quieren ser jefes del destino de su comunidad».

Es decir, quien es práctico y resolutivo, puede ser un líder. Pero no todos los afortunados con tales habilidades llegan a serlo. Salvando las distancias, es lo que le está pasando a Occidente - y más concretamente, a Europa - respecto a China. Tal como escribía Raymon Aymerich este domingo en La Vanguardia, el virus Sars-Cov-II ha acelerado cambios en nuestra sociedad que se iban incubando. Pero también ha manifestado que la velocidad de respuesta oriental ha sido mucho más rápida que la occidental. Por menos altiva y por mayor sentido de la colectividad, anteponiendo la última a toda libertad individual.

Es cierto que las autoridades han controlado hasta unos límites nunca vistos a la población. Y que por lo que parece, el virus ha sido la excusa perfecta para ejecutar un plan que se llevaba años planeando: la instalación de miles - podríamos decir decenas de miles - de cámaras en calles, plazas u otros espacios públicos. Siendo justos, la detección comunitaria de la temperatura mediante controles por infrarrojos ha sido un éxito. Así como las medidas de choque a quien regresaba de Occidente: quince días en una habitación de hotel. Encerrado. Con comida y alojamientos pagados por el Gobierno.

El resultado, por todos sabido: hoy las economías orientales - incido en el término “oriental”, pues no tan sólo el gigante asiático ha implantado estas medidas - están pisando a fondo el acelerador económico: China ha crecido un “modesto” 4.9% durante el segundo trimestre del año, mientras la caída occidental se acercaba a los dos dígitos. En términos absolutos, una diferencia cercana al 15% en respecto al conjunto de la Unión Europea. Un abismo difícil de recuperar. A eso se le llama liderazgo. Mientras tanto, en la arrogante Europa hay líderes que pretenden perder el tiempo en sus Parlamentos planteando mociones de censura, sin ofrecer a la ciudadanía solución práctica alguna.

¿A cambio de una reducción evidente de ciertas libertades individuales? Sí, así es. Lo que nos deberíamos preguntar es si lo que parece escandaloso en Bruselas, lo es tanto en macro urbes como Beijing o Singapur. Es decir, si sus habitantes valoran de igual manera ser observados o no, como si de novela orwelliana se tratase. Y es que mientras haya alguien que realmente asegure a los nuevos ricos mundiales- porque de eso se trata, de la salud ciudadana, y por ende capacidad de producción fabril - que con esas medidas se protegen sus intereses de manera efectiva, Robespierre, Marat , Adams o Jefferson quedarán muy lejos. Con un añadido: mientras Europa y América del Sur - y en menor medida Estados Unidos - se debaten en cómo salir de la pandemia, China y sus vecinos hace meses que producen bienes de consumo a pleno rendimiento. La cual puede traer consecuencias importantes. La primera de todas, el definitivo cambio de liderato económico. Incubada desde hace décadas, acelerada en unos meses. El siglo XX fue el siglo americano. El XXI, muy probablemente vaya a ser el asiático. Y más concretamente el que protagonicen los países existentes en el triángulo que conforma Dubai, Wellington y Beijing. Con algunas excepciones dentro de dicho arco, obviamente. Pero es muy probable que el polo de atención mundial varíe. Ya está pasando, pero el fenómeno se acelerará aún más.

Interesante pugna en cuanto al campo intelectual, donde encontramos viejas Universidades inglesas - Oxford, Cambridge, Exeter - buscando solares o edificios históricos en el Extremo Oriente. En contraposición a los nuevos centros educativos que los emiratos del Golfo instalan en sus países, ayudados por instituciones norteamericanas de primer orden. Lo mismo que la callada recuperación de jóvenes valores neozelandeses y australianos para con sus países, después de un periplo brillante por los principales centros académicos europeos. Ha habido una tormenta perfecta para que todo ello ocurriera: el factor “Brexit”, la insoportable presión de la Administración Trump al mundo científico USA y los buenos salarios y condiciones académicas - ayudas a la investigación, mayormente - provenientes de las pujantes universidades de las antípodas, muy similares a los que se ofrecen en los más prestigiosos claustros europeos o norteamericanos.

Que la centralidad cultural del orbe vaya tornándose más allá que el posicionamiento físico de unas extensiones de universidad no es capricho. No debe extrañar el tránsito hacia el Golfo o Australia en cuanto a las franquicias de los grandes museos y pinacotecas occidentales. El mercado del arte ya ha detectado desde hace décadas dónde están sus mayores compradores. Las rentas de la burguesía occidental ya no pueden competir con la pujante élite del océano Pacífico. Por la misma razón que los mejores relojes ya no se subastan en Ginebra o Nueva York, sino en Singapur, los modelos más exclusivos de Volvo o Daimler-Benz se venden casi en exclusiva en Estados Unidos y Asia. Muy pocos en Suecia o Alemania.

Europa tiene un gran problema de credibilidad, ciertamente. Que a la postre redunda en su economía. ¿Debemos elegir entre derechos civiles y bienestar? Lo que es seguro es que dicho dilema no lo van resolver políticos cuyos mayores logros como gobernantes puede resumirse en que en plena crisis económica fueron capaces de irse a comer langosta pagada por todos, en un barco de todos, consumiendo gasolina que sufragamos a escote...y aún no han pedido perdón. No, eso no son líderes. Ni se les asemeja.

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