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L’amo en Tomeu irá a Venus

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L’amo en Tomeu de Ca’n Figa Seca nació hace 67 años en una casa de campo en el Pla de Mallorca. De niño, siendo huérfano de padre, tenía que ayudar cada mañana a ordeñar las vacas. Después desgastaba sus albarcas caminando varios kilómetros para ir a la escuela y por las tardes al regresar, asistía a su madre con otras tareas domésticas. Pocas veces tuvo tiempo para jugar con sus amigos. Al llegar a la mayoría de edad tuvo que hacer el servicio militar obligatorio. El sorteo le destinó a Ceuta. Fueron quince meses a 45 pesetas o sea 675 en total, al cambio actual 4,2 euros. Un mísero emolumento para un largo periodo de tiempo marcado por la obediencia y en especial por la añoranza.

Después de licenciarse de la mili, Tomeu se casó con Dolores, una granadina de las Alpujarras que había crecido en Mallorca. Tuvieron dos hijos y una hija. La vida familiar siguió en el campo, sin embargo, este iba dejando de producir lo suficiente para cubrir sus necesidades básicas y por ello Tomeu se buscó la vida en un pueblo costero montando una carnicería y trabajando duro día y noche. El negocio fue bien hasta que se instalaron en la zona los grandes supermercados con ofertas de productos envasados, de congelados y precios inigualables. Con el paso del tiempo y al no poder competir con los grandes, Tomeu traspasó el negocio a una familia marroquí y regresó a lo que realmente le gustaba hacer, las tareas del campo.

L’amo en Tomeu, a pesar de su avanzada edad, está actualmente cultivando tres fincas del levante mallorquín. Labrar, sembrar, podar arboles, recoger sus frutos. Una de las fincas, con mas de 150 cuarteradas, pertenece a un hotelero que expandió en la década de los 90 por Canarias y México. Este empresario tiene en la actualidad la pasión de mejorar las tierras e invierte en ello lo que haga falta y algo más. La segunda finca pertenece a un médico alemán que la compró durante la crisis financiera provocada por la burbuja inmobiliaria y las hipotecas subprime del 2007/2012. El alemán reformó y amplió la casa rural y además adquirió las tierras de los vecinos habiendo fijado estos el precio de venta. El médico hace dos años que no pasa por Mallorca. Tiene otras prioridades. Una señora de Hamburgo que vive en Son Servera es la que administra la propiedad y paga a Tomeu los trabajos que este realiza. La tercera finca pertenece a un indígena de Manacor que la usa y alquila como coto de caza, eventos, bodas, divorcios y comuniones. Después le queda su propia finca, herencia familiar, cuatro cuarteradas de secano y la casa en la que se crió. La Administración pública no le deja sin embargo ampliar la vieja vivienda. En cambio, a los hoteleros sí les dejan hacerlo, por segunda vez en este decenio, un 15% por encima de los máximos permitidos anteriormente. Tomeu no entiende los motivos, él también vota, pero no le sirve.

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L’amo en Tomeu es autónomo y para poder cumplir con sus compromisos adquirió un tractor japonés con sus utensilios y una furgoneta para transporte de personas y enseres. Actualmente tiene contratados a media docena de empleados que trabajan mucho y hablan poco. Dos de ellos son magrebíes, que fueron migrantes de patera, ilegales en su día y ahora, una vez obtenido el permiso de residencia, han hecho uso del derecho a la reunificación familiar. Otros dos trabajadores son búlgaros y sólo chapurrean el español. El cuarto y el quinto nacieron en Guatemala y vinieron a España en tiempos en Zapatero, para trabajar en una cooperativa agrícola en Lleida. A todos ellos Tomeu les habla en mallorquín, supone que le entienden, pues le escuchan, le miran y no le contradicen.

Los siete se han dedicado en estas últimas semanas a la recogida de la algarroba con mascarilla. Este año es un producto rentable ya que se paga a 80-90 céntimos el kilo. Tomeu recomienda por ello a los propietarios de las fincas el sembrar algarrobos, aunque después haya que protegerlos de roedores, conejos y ovejas e instalar el riego por goteo pues así crecen mas rápido. La broma te sale por mas de 50 euros cada ejemplar. Luego, como buen payés, hay que tener paciencia durante ocho o nueve años hasta que empiece la producción y confiar en que el precio de su fruto seguirá siendo rentable. La agricultura en Mallorca se ha transformado en un hobby para empresarios pudientes.

La filoxera.

Siendo aún niño le contaron a Tomeu que cuando a finales del siglo XIX la bacteria de la filoxera llegó a Mallorca, las cepas de las vides se infectaban y con ello cesaba la producción de uva y por ende de vino. Fue para las cepas algo parecido al efecto de la mal llamada gripe española de 1918/20 para los humanos. Se supone que a causa de esta pandemia fallecieron sus abuelos. Los payeses mallorquines de entonces, aquellos a los que la pandemia no afectó, tuvieron que adaptarse a la nueva realidad y empezaron con la siembra masiva de almendros. Estos árboles de secano, de desarrollo lento, pero de fácil adaptación a las tierras calizas y pedregosas marcaron años más tarde el paisaje mallorquín. La almendra en sí era uno de los productos que generaba trabajo y un relativo bienestar económico. Las estampas con almendros floridos en invierno fueron objeto propagandístico por parte del Foment de Turisme de Mallorca. O sea que, podríamos asegurar que este árbol dio de comer a los campesinos primero y más tarde, a los empresarios turísticos.

La Xylella.

Todo empieza con un pequeño foco. Resulta que hace ya unos diez años que la Xylella Fastidiosa se introdujo a través de una importación de árboles frutales desde Porto Cristo. Tomeu ha sufrido ya sus nefastas consecuencias en todas las fincas que cuida. Esta bacteria ha provocado que los almendros se estén muriendo actualmente como moscas en tiempos de nevadas. La Xylella es como la Covid, ha llegado para quedarse. Cuando no tenga más almendros para infectar buscará a las higueras y a los olivos que son también emblemas naturales del paisaje isleño. Nada es eterno, tampoco lo es el modelo turístico que tuvimos hasta 2019.

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La mixomatosis.

Durante décadas se luchó contra la plaga de los conejos en Europa pues los depredadores naturales habían sido diezmados. El médico bacteriólogo francés Armand-Delille introdujo en 1952 unos cuantos conejos inoculados con el virus Myxoma, productor de la mixomatosis. No fue en Wuhan, fue en Francia. La infección se extendió rápidamente por el país galo y redujo en dos años la población de conejos en un 90%. El virus pasó después a muchos otros países, ocasionando sólo en Australia la muerte de 500 millones de ellos. Los efectos de la mixomatosis son tumores en la piel y puede causar la ceguera. El conejo pierde el apetito, desarrolla fiebre y se vuelve apático y muere. No tiene UVI para curarse. El virus de la mixomatosis sigue infectando en Balears no sólo a los conejos sino desde hace un par de años también a sus parientes las liebres, principalmente a las más viejas.

L’amo en Tomeu que caza legalmente para alimentarse, es de la opinión que este hecho tiene similitudes con la pandemia actual de la Covid, con la gran diferencia de que el hombre es un ser racional que puede luchar científicamente por su supervivencia. El conejo sin embargo deberá de ir creando su propia inmunidad como mecanismo de defensa, si es que el virus Myxoma se lo permite, y siempre a costa de ir dejando a muchas víctimas en el camino.

El Telecovidiario.

Lo antes expuesto confirma que en el pasado la tierra ha dado suficientes señales de alarma para que el homo sapiens recapacite sobre sus actitudes y costumbres. L’amo en Tomeu que es un hombre luchador, amante de la naturaleza, así lo piensa. Sin embargo, por las noches, al ver junto a su esposa el Telecovidiario y escuchar las noticias preocupantes de la segunda ola de la Covid tiene sudoraciones y ataques de angustia. Tiene miedo en especial al futuro de sus hijos que están desde hace meses en paro. Es por ello que tiene una parte de sus ahorros escondidos en una lata de Cola Cao enterrada en el huerto, cerca del pozo. Dolores, la esposa de Tomeu, por el contrario, se tranquiliza al ver al mediático doctor Simón en la pantalla y aunque sus mensajes le resultan confusos, siempre tiene la sensación de que el hombre del pelo gris sabe mucho del asunto este del virus.

Conclusión.

l pasado domingo, después de asistir a misa de 12, Tomeu se dirigió como de costumbre al bar de Ca’n Revuelto a tomarse un vermú. Ojeando el diario se fijó y leyó con interés que la británica Jane Greaves de la UNI de Cardiff había detectado en las nubes de Venus una rara molécula llamada «fosfina» la cual podría tener su origen en seres vivos, unos tipos llamados microorganismos. Resultaba pues evidente para Tomeu, que algún día de estos, si Trump lo quiere, se podría viajar a nuestro vecino planeta y plantar allí almendros, olivos y algarrobos. Bueno, siempre que las fluctuantes normas Covid impuestas por los gobernantes de turno te permitieran realizar el desplazamiento. No perdamos pues la esperanza.

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