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Antonio Papell

Europa sale adelante

La construcción de Europa, desde que prevalecieron las tesis de Monnet „consistentes en empezar la integración por la economía, confiando en que el interés común provocaría la unión política„ sobre las de Spinelli „quien quería iniciar el proceso por la política, explorando desde el principio la vía federal„, ha sido tortuosa y compleja, y cada paso que se ha dado se ha asemejado al parto de los montes. Bastante más de medio siglo llevamos en ello y a cada novedad relevante aún parece que todo el entramado podría estallar en el aire. Como ahora, cuando los líderes de los 27 países han mantenido una de las más largas reuniones del Consejo Europeo que comenzó en la mañana del viernes y finalizó a las 5,30 de la madrugada de ayer.

Felizmente, los jefes de Estado o de gobierno han entendido que no cabían esta vez aplazamientos ni demoras porque el problema está en carnazón, algunas sociedades europeas se hallan a punto de entrar en barrena si no son socorridas y la victoria de la pandemia supondrá una demora de años en el progreso de la UE. El asunto tenía escaso contenido ideológico porque estábamos frente a una emergencia de fuerza mayor, a un capricho de la naturaleza, a una plaga cuasi medieval que ha de ser combatida colectivamente mediante la solidaridad interna de las distintas comunidades. En el caso europeo, Francia y Alemania, líderes históricos de la evolución integradora (en ausencia del Reino Unido, que hubiera sido un estorbo en este asunto) dibujaron una respuesta proporcionada al reto, una vez que el Banco Central Europeo, consciente de su papel, había asegurado la liquidez y la solvencia de todos los países y el mantenimiento de las políticas expansivas que han de evitar que la ineludible recesión no tenga un rápido rebote.

La idea francoalemana, secundada por la Comisión, encontró la rápida enemiga de los pequeños países frugales, poco o nada afectados por la pandemia e interesados siempre en mantener su privilegiado statu quo financiero, que en realidad se basa en una serie de características de los paraísos fiscales. Los impuestos a la carta, negociados con las multinacionales para lograr que se instalen en su territorio, son un claro ejemplo de competencia desleal en el seno de la Unión. Y el hecho de que esos pequeños países frugales y egoístas consiguieran imponer a un irlandés al frente del Eurogrupo en lugar de a Nadia Calviño, que contaba con el respaldo del 80% de la población y del PIB de la UE, demuestra que la actual gobernanza comunitaria no es sostenible si no se racionaliza mediante reformas.

Dicho esto, también hay que reconocer que el arduo debate del Consejo Europeo es una muestra de responsabilidad porque la cuantía de los recursos que se están manejando es exorbitante y todos tenemos la obligación de la eficiencia al administrar dinero público. Ocurre sin embargo que lo razonable hubiera sido que el grueso de debate hubiera tenido lugar en el Parlamento Europeo, con la debida transparencia. De otro modo, los ciudadanos no tenemos manera de saber qué intereses reales estaban en juego.

Para España era obviamente vital el éxito de la cumbre, que puede darse por conseguido pese a algunos recortes irrelevantes de última hora. La aportación de la UE será de 140.000 millones de euros, de los que 72.700 serán ayudas directas, subvenciones a fondo perdido que no computarán como déficit, y el resto créditos a interés simbólico. A cambio, habrá controles lógicos sobre el destino de los recursos, que, como ha dicho Sánchez en sus primeras declaraciones tras la cumbre, se destinarán a "una recuperación verde, digital y a la mejora del capital humano para una economía competitiva, inclusiva y sostenible". No se trata de reconstruir lo desolado sino de dar un relevante salto hacia adelante, hasta un estadio superior.

El papel de Sánchez en la cumbre ha sido conciliador, paliativo, lubricante, ya que el gran interés de nuestro país era que hubiese un desenlace positivo y el choque permanente no fuera letal. Se ha conseguido, y hemos de felicitarnos todos por ello.

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