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Matías Vallés

La sentencia olvida los noes

En su minucioso recuento de los resultados del referéndum del 1-O, el Supremo omite curiosamente los 240 mil votos negativos o en blanco que desbaratan sus argumentos

Las sentencias no deben analizarse por sus contenidos, sino sobre todo por sus exclusiones, por los aspectos que los jueces han descartado dentro de su libre valoración de la prueba. Estas fintas resultan a menudo clamorosas. Por no salirse de la sentencia del Supremo sobre el procés, los magistrados acuerdan “suspender y archivar la presente causa” para Puigdemont y demás procesados en el extranjero “hasta que fueran hallados”. Se puede discutir si el expresident contabiliza como fugado o exiliado, pero nadie puede situarlo en paradero desconocido. En todo caso, cabría reprocharle su excesivo protagonismo y ubicuidad.

El detalle anterior palidece frente al dato sustancial de los otros catalanes, aquellos que participaron en el referéndum en sentido contrario al pretendido por sus promotores, y que ahora cancelan de principio la línea argumental del Supremo. El tribunal de siete jueces se entusiasma con el alanceamiento matemático de la relevancia de la votación del 1-O. Detallan que solo participaron 2.286.217 personas sobre un censo electoral catalán de 5.500.000. Destacan que los “2.044.058 votos favorables al Sí” representan únicamente el 37 por ciento del total de catalanes adultos y, agárrense, “poco más de una cuarta parte (el 27%) de la población total de Cataluña en esas fechas”.

Por primera vez en la historia de los análisis electorales, el resultado de una opción no se mide respecto del total de participantes en la votación -más que correcto- o sobre el censo total -correcto-, sino sobre el conjunto de la población de todas las edades, incluidos menores y bebés. Que esta conclusión digna de una carcajada lleve el sello de los jueces más inteligentes de España, mueve a la incredulidad. Pero la contabilización de criaturas inocentes para desacreditar una votación palidece frente a una ocultación culpable. Si el Supremo enumera los 2.286.217 votantes, así como los 2.044.058 síes, poniéndolos además en relación con el conjunto de la demografía, ¿por qué no presta la mínima atención al desnivel de 240 mil personas entre estas dos cifras? La solución, en el próximo párrafo.

El Supremo pasa por alto, por escribirlo con un lenguaje educado, que sus famosos síes se complementan con decenas de miles de personas que participaron en el referéndum apoyando la permanencia de Cataluña en España, o evitando decantarse pese a haber participado en la convocatoria. En su minucioso recuento, los jueces omiten curiosamente los 240 mil votos negativos o en blanco que desbaratan sus tesis, y que estaban disponibles en las mismas fuentes documentales de donde extranjeron sus cifras minuciosas. En concreto, el primer día de octubre de 2017 acudieron a las urnas 177.517 personas para votar no a la independencia, y otras 44.913 que no se pronunciaron ante la disyuntiva.

Este desbarajuste no solo cuestiona la proficiencia numérica del Supremo, sino que también aflora su deliberada ocultación. El diez por ciento de no independentistas que participaron en un referéndum independentista cancela el párrafo fundamental que adobaba la sentencia poco antes. Allí, el íter criminal exigía “la movilización de miles y miles de ciudadanos” para “lograr una participación relevante en la consulta”. Este requisito implica la condena de Jordi Sánchez y Jordi Cuixart. El argumento del tribunal se debilita al observar que el seductor magnetismo de los Jordis llega al punto de haber atraído a las urnas a cientos de miles de personas contrarias a la separación de Cataluña y España.

En la exquisita contabilidad de los magistrados, ambos presos mostraron una neutralidad ejemplar. O una torpeza igualmente reseñable. Claro que un observador menos imbuido de apasionamiento se limitaría a concluir que los votantes obraban atendiendo a la voluntad propia, y no a los designios de flautistas de Hamelín que se limitaban a encauzar pacíficamente a los manifestantes. ¿Es Messi responsable del comportamiento de las decenas de miles de espectadores congregados a su alrededor en el estadio?

Sin ánimo de presumir una penetración psicológica, los miles de antiindependentistas que votaron el 1-O serían españoles irreductibles, decididos a defender su patriotismo en las circunstancias más adversas. Sin embargo, su participación parece incompatible con un comportamiento impropio hacia las fuerzas del orden, incluso es posible que sufrieran algún porrazo destinado a los rebeldes. Los noes del referéndum lastran toda sentencia que pretenda un liderazgo en lo ocurrido. De hecho, los políticos espabilados siguen a sus pueblos, fingiendo que los lideran. Y dado que el Supremo resalta que la “seña de identidad del liderazgo indiscutido” de Jordi Sánchez y Jordi Cuixart es “la ausencia de violencia en convocatorias multitudinarias”, cabe preguntarse si sus años de libertad evitaron precisamente los altercados que desde la prisión no han podido neutralizar.

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