Diario de Mallorca

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José Francisco Conrado de Villalonga

Alegoría del ruiseñor

Estos días al anochecer tuve la suerte de que me acompañara, por el jardín, un ruiseñor que parecía feliz. No sé si se valora suficientemente el canto de los pájaros en nuestra tierra

Pase unos días en el "Pla de Mallorca" disfrutando del calor, del aroma del trigo recolectado y de la paja recién segada, del color dorado de esos campos mallorquines, - recuerdan nuestra cercanía a África-, del sosiego de la vida natural y apacible. La tierra del Pla es, en verano, nuestra particular sabana. El calor en el campo es llevadero, -salvo para las cigarras-, siempre está ahí el recurso de la sombra de una higuera, de un algarrobo o de un olivo, la brisa corre cadenciosamente. Al llegar la noche el ambiente cambia, la temperatura regresa a una franja agradable. Estos días al anochecer tuve la suerte de que me acompañara, por el jardín, un ruiseñor que parecía feliz. Ave tímida, pero sugerente, discreta en su plumaje, pecho beige, espalda marrón y pico amarillo, muy llamativa vocalmente. Los ruiseñores llegan a Mallorca en primavera procedentes de África y regresan a su tierra en otoño.

En estas noches mi amigo, el "rossinyol", empezaba a cantar cuando los otros pájaros callaban, se atrevía con el silencio de la noche, ¿Por qué canta este pájaro al anochecer, cuando los otros lo hacen al amanecer?, supongo que lo hace obsesionado por sus asuntos sentimentales, será una llamada en búsqueda de su amada. Su melodía era variada, cuando con una fuerza supuestamente imposible daba el do de pecho, parecía que quería competir, en riqueza de registros, con Carreras, Pavarotti o Placido Domingo, los tres tenores. Su canto era relajante, símbolo de amor y optimismo, era una alegoría del verano. La metafora del ruiseñor tiene la virtud de hacer audible lo que es simplemente conceptual, es una imagen musical que nos transporta a la noche del estío, su forma repetitiva termina transitando desde el pensamiento, de la imaginación, a una realidad. Es también una alusión al concierto para violín y orquesta, Las cuatro estaciones de Vivaldi, quizás? No sé si se valora suficientemente el canto de los pájaros en nuestra tierra y tampoco el del ruiseñor. Recuerdo que hace unos años leí en el diario The Times una noticia entrañable, noticia que fue calificada de gran acontecimiento alli, decía así: "las noches del sur de Inglaterra se han llenado de cantos de ruiseñores,-nightigales- que han llegado del sur, de España", los meridionales de Inglaterra tuvieron un verano armonioso. Sería difícil encontrar algún poeta que no hubiese loado al ruiseñor, Machado, Jacint Verdaguer, o García Lorca lo hicieron con un derroche de sensibilidad.

La cuarta noche de mi estancia en el campo fui expresamente al jardín en búsqueda de la compañía del "rossinyol", decepción, no estaba, que contrariedad, el avecilla no apareció, no volví a oír su canto, el silencio se había apoderado ya de la noche. Llegue a sospechar que habría encontrado a su amada y habrían decidido ir de regreso a su lugar en África. De alguna forma, aunque para mí era una gran pérdida, pensé que me importaba más, que hubiera encontrado a su pareja, era su felicidad. Al día siguiente, al amanecer fui a dar un paseo por el lugar en el que nos encontramos las noches anteriores y le vi en el suelo, encima de la hierba, estaba muerto. ¿Porque había ocurrido esto?, ¿Cuál podía ser la sinrazón de aquella perdida? Recordé un libro de Rachel Carson, que en 1962 lo tituló La Primavera Silenciosa, -Silent Spring- texto que abordaba el problema de la contaminación ambiental y especialmente el peligro de los plaguicidas. Este libro causó, entonces, alarma y preocupación entre la población de EEUU, tal vez empezaron a pensar cómo podría ser un mundo sin pájaros. También llamó la atención de los políticos que iniciaron la promulgación de una serie de normativas sobre los pesticidas para que se evitaran el daño a los animales. Si algún día llegara una primavera silenciosa el mundo cambiaría, sería otro, dejaría de interesar.

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