Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La quiebra

En el siglo V, cuando los bárbaros invadieron el norte de África, que por entonces todavía formaba parte del declinante imperio romano, los habitantes de las ciudades se desentendieron por completo de la defensa y continuaron yendo al circo como si nada hubiera pasado. Cuando la ciudad de Cartago cayó en poder de los vándalos, en el año 439, la mayoría de habitantes de la ciudad estaban en el circo presenciando un espectáculo de carreras de caballos. Con la caída de la ciudad también cayó la flota imperial, atracada en el puerto, que nadie se tomó la molestia de defender. Cartago era la tercera ciudad más importante del Imperio Romano, después de Roma y Constantinopla, pero sus habitantes no hicieron ningún esfuerzo por defenderla. Cuando los vándalos entraron en la ciudad, se oían los rugidos de los miles de espectadores que gritaban en las gradas mientras apostaban a las carreras de caballos.

Evidentemente vivimos situaciones muy distintas, pero una noticia que ha pasado casi desapercibida entre nosotros -el informe del Tribunal de Cuentas que anunciaba la quiebra de la Seguridad Social- indica que en cierta forma nos comportamos como esos ciudadanos de Cartago que gritaban en el circo, contemplando las carreras de cuadrigas, mientras los vándalos tomaban la ciudad. Que una noticia tan importante como la quiebra de la Seguridad Social apenas haya despertado ningún interés entre nosotros, mientras se dedican horas y horas de los informativos a comentar las negociaciones para la constitución de los ayuntamientos -ya sea en Motilla del Palancar o en Llucmajor o en Barcelona- demuestra que nuestra idea de la vida se parece bastante a la de aquellos abúlicos ciudadanos de Cartago. Una Seguridad Social quebrada, y más aún en un país que debe más de un billón -sí, un billón con b de euros-, significa que el Estado tiene un agujero negro en su interior que amenaza con devorarlo en muy poco tiempo. Pero nada de eso parece preocuparnos. Y en cambio, preferimos concentrar nuestra energía en saber a quién va a votar el Partido Aragonés Regionalista para el gobierno de Aragón, o si los tres diputados autonómicas de la Agrupación Socialista de Gomera (lo crean o no, esos grupúsculos existen) van a dar sus votos al PSOE o al PP para formar gobierno en Canarias.

Un país que tiene la Seguridad Social en quiebra técnica -por no hablar de otros cientos de problemas gravísimos- debería alcanzar acuerdos de gobierno para intentar acordar las medidas urgentes que evitaran un cataclismo. Pero aquí nada de esto ocurre ni ocurrirá. La ministra de Trabajo ha dicho que el informe del Tribunal de Cuentas no es preocupante y ha negado que la quiebra exista. Los demás políticos han pasado de puntillas por la noticia. Los informativos y las tertulias, enfrascadas en sus batallitas absurdas, apenas le han dedicado tiempo a la noticia. Y todo el debate político se reduce a las peleítas, al teatro malo, a la retórica y a los gritos de siempre, que se parecen mucho a los alaridos de los espectadores del circo de Cartago, esos alaridos que surgían de las entrañas de los espectadores que veían jubilosos -o desesperados- que sus caballos favoritos ganaban o perdían la carrera. La única diferencia es que aquí los gritos que surgen del circo se camuflan con adjetivos rimbombantes ("progresista", "de extrema derecha", "independentista") y todos tan contentos. Los alaridos ya no son alaridos, sino ideas y propuestas racionales.

Hay gente que lleva cotizando 30 o 40 años, después de haber trabajado toda su vida, y que no saben si podrán llegar a cobrar su pensión. Y es evidente, viendo los salarios ridículos que cobra la gente joven -si es que tiene la suerte de tener un contrato que incluya cotizaciones sociales-, que la Seguridad Social no podrá sobrevivir durante mucho tiempo. Sin embargo, nadie parece preocuparse por este problema, que debería ser una preocupación fundamental para un país que tiene una población envejecida y que cada vez lo estará más. ¿Han oído debates dedicados a este asunto? ¿Han oído pronunciamientos, tertulias, ideas? No, por supuesto que no. Ya sabemos que es un tema plomizo y deprimente, por supuesto, pero alguien tendría que dedicarle un mínimo de atención, sobre todo cuando se están haciendo malabarismos para constituir un gobierno y nadie parece pensar en esta clase de problemas. A este paso, la noticia de la quiebra definitiva -aquella que nos dejará con el culo al aire- nos pillará a todos en el circo, aclamando felices a los nuestros.

Compartir el artículo

stats