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Turismo incívico

La primera autoridad que se dio cuenta de que algo había que hacer contra el turismo incívico me parece que debió ser el alcalde Massanet, dueño del sillón de Cort en la época en la que mi familia llegó a Mallorca. Dicho así parece que estoy sosteniendo que al alcalde Massanet le alarmó la presencia de los Cela en la isla pero si he dado esa impresión pido disculpas. Recuerdo su nombre por el bando que dictó al poco, en el que exhortaba a la ciudadanía más o menos -cito de memoria- a que impidiese a los turistas que saliesen a la calle vestidos de forma indecorosa. Ya fuera por la desidia de los vecinos de Ciutat de entonces, por la falta de medios o porque no hay manera de darle vuelta a las modas en materia de atuendo, lo cierto es que antes y ahora los turistas se visten de exploradores, con pantalón corto y camiseta incluso en invierno, cambiando sólo las botas por sandalias con los calcetines largos bien estirados. No fue el único fracaso del alcalde Massanet en su cruzada en favor de las buenas costumbres; en otro edicto prohibía a los peatones cruzar las calles sin ton ni son, buscando, imagino, que no les atropellasen, y hay que ver lo poco que ha cundido una iniciativa tan benéfica.

Será por eso, digo yo, que el gobierno municipal de Cort ha tirado esta vez del Boletín Oficial del Estado, perdón, del Boletín de les Illes Balears (BOCAIB, para los amantes de los acrónimos) publicando las medidas recién aprobadas para combatir el turismo incívico. Entre las iniciativas que se contemplan están las de establecer zonas de especial interés turístico que, pese a lo engañoso del nombre, se refieren a aquellas en las que se practica el denominado botellón (zonas de especial interés bullanguero, deberían denominarse). El centro de Ciutat, el Paseo Marítimo, el Terreno, Cala Major y toda la Platja de Palma entran en el apartado. Pero las medidas destinadas a combatir la juerga en la calle se reducen a impedir que se incite al consumo de alcohol, como si a quienes ocupan de noche esos lugares hubiese que incitarles a algo, amén de quitar las bebidas alcohólicas de los escaparates. Sabemos por las películas de Hollywood que los borrachos del Bowery neoyorquino y aledaños tienen que llevar la botella incluso escondida dentro de una bolsa de papel pero eso es todo. Me temo que por ahí van a ir las cosas porque, con BOCAIB por medio o sin él, los usos urbanos respetan poco las bienaventuranzas salidas de los despachos.

Ni Massanet pudo lograr que los turistas se vistiesen de primera comunión, ni el consistorio entero de Cort va a lograr que sus ordenanzas nos conviertan en una ciudad modélica. Para evitar el turismo incívico habría que hacer comenzado por lo más básico: por impedir que la ciudad y toda la isla de mediados del siglo XX se vendiesen en almoneda para levantar negocios destinados al turismo de masa. Para mí que va a ser que los incívicos no son los turistas. Somos nosotros.

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