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Antonio Tarabini

Entrebancs

Antonio Tarabini

España plural, diversa y tolerante

El presidente del Gobierno ha convocado elecciones generales el próximo día 28 de abril. Las Cortes, Congreso de Diputados y Senado, se disuelven el 5 de marzo. En consecuencia, en teoría, aún no estamos en campaña electoral.

Pero en el entretiempo se celebrarán diversos Consejos de Ministros donde se aprobarán mediante decreto ley diversas medidas que quedaron en stand by debido a la no aprobación de los Presupuestos. Este es el caso del Régimen Especial de Balears aprobado en el Consejo de Ministros del pasado viernes, el cual incorpora el descuento del 75% para los residentes, así como los descuentos ya pactados para el transporte de mercancías y las inversiones del fondo de insularidad. A su vez hasta el 5 de marzo con toda probabilidad se celebrarán Plenos parlamentarios con la seguridad de encontronazos entre tirios y troyanos. Mientras los ciudadanos, los electores, malvivimos inmersos en descalificaciones y mentiras de unos contra otros; mientras esperamos que los distintos partidos nos ofrezcan sus programas electorales para hacer frente a necesarias e imprescindibles reformas estructurales en nuestro entramado institucional anticuado y obsoleto; y en el ámbito socioeconómico donde los buenos datos macroeconómicos no repercuten en bienestar estable en una parte relevante de la ciudadanía, incluidas las clases medias.

Pero y los partidos, ¿cómo enfocarán su campaña electoral? El punto de partida es la consolidación de dos (o tres) bloques enfrentados entre sí, sin ninguna posibilidad (al menos hoy por hoy) de ningún diálogo constructivo ni acuerdo transversal entre ellos. Ciudadanos ya ha explicitado su rotunda negativa a un pacto postelectoral con los socialistas, con Sánchez o sin él. Lo que le ubica, en principio, en el bloque de centro-derecha con el PP y Vox, el trío trifásico. El otro bloque, el centroizquierda, lo conforman a nivel estatal PSOE y Podemos con sus confluencias. Pero, a su vez, nos guste o no, existe un tercer frente que puede ser determinante: los partidos independentistas catalanes formados básicamente por ERC y PDeCAT (con sus variables), que de momento no parece que se presenten a las elecciones generales en una sola candidatura.

Lo que voy a exponer sin duda es un simplismo, pero probablemente define los trazos fuertes, los eslóganes, de la campaña. Mucho me temo que el centro-derecha, PP-Cs-Vox, con matices propios, situará en su frontal la defensa de España, con sus banderas al viento hondeando frente a sus enemigos, los independentistas. Ni agua, aplicación pura y dura del 155. Al otro lado de la barrera los independentistas, ERC y PDeCAT, anclados en pleno aquelarre judicial en la exigencia sine qua non del derecho de autodeterminación. El eslogan de los socialistas será su agenda social, los avances ya conseguidos y los pendientes; pero a su vez tendrán que optar y definirse por una España plural, diversa y tolerante, radicalmente opuesta a la España una, grande y libre. Podemos, inmerso todavía en su crisis, intentará presentarse como la garantía de una agenda social con una cierta apertura al diálogo en Cataluña.

De momento el centroderecha, PP-Cs-Vox, se presentan como alternativa posible, especialmente desde que Ciudadanos han perjurado por Belcebú no pactar con los socialistas, inclusive en las autonómicas en Balears. En el marco del centroizquierda el PSOE parece configurarse como el partido más votado, lo que no le garantiza poder formar una mayoría ni gobernar. Unidos Podemos con sus confluencias, hoy por hoy, no parecer tener unas perspectivas muy halagüeñas, lo que no facilita una mayoría suficiente. Se podría especular sobre una mayoría parlamentaria estable de centro-izquierda con el apoyo parlamentario de nacionalistas catalanes y vascos. Y aquí surge el interrogante del millón: los partidos independentistas, ¿se mantendrían en sus trece si la alternativa es una victoria de la derecha española , con el 155 incluido? ¿Jugarán al peligroso juego de "cuanto peor, mejor"? Viendo la imposibilidad real de una nueva declaración de independencia, sin renunciar a su ideario propio, ¿podrían aceptar y convenir una "solución a medio plazo" basada en un estatut abierto con fundamentos jurídicos y reales de autogobierno? Hipótesis nada clara, visto el fundamentalismo vigente en Puigdemont y sus entornos. El futuro no está definitivamente cerrado. Posible es, fácil no.

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