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No soy María Salom

Les confieso que la foto que acompaña este artículo tiene ya unos años. Va para seis. Me la hice cuando el bueno de Joan Riera me dio la oportunidad de dirigirme a ustedes desde estas páginas. Había especulado con renovarla, pero ahora estoy decidida a mantenerla una temporada más. ´Pareces una pija, tipo Letizia´ y ´pensaba que eras familia de María Salom´, son los argumentos que me dio un suscriptor de este diario para no haber leído jamás ninguno de mis artículos. Eso, y que los títulos nunca han sido mi fuerte. Pero me confesó que pasaba por encima de mis escritos dedicándome una mirada de condescendencia. Por ser una ´articulista de derechas´. ¿Quién sabe? Tal vez lo soy. No se puede gustar a todo el mundo.

Lo que me hizo gracia fue el estereotipo, la reducción de la realidad a la etiqueta de ´pija´ por una imagen. Y no, no soy pariente de la popular María Salom. Las simplificaciones son necesarias; no podemos abarcar diariamente todos los matices de las realidades a las que nos enfrentamos para comprenderlas. Pero, cuando nos ponemos las gafas de la ideología, no hacemos sino distorsionarlas. Amplificamos los hechos si se ajustan a nuestros pensamientos y los minimizamos cuando nos contradicen. Vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

Han sido numerosos los casos de vergüenza ajena a la hora de señalar los errores del adversario con el tema de los másteres. ¿Es penalmente reprochable que le regalen un título a un diputado o se le den inusitadas facilidades? El Supremo lo niega, porque no se ajusta a la tipificación de ninguno de los delitos. ¿Es éticamente reprobable? Rotundamente, sí. Mientras muchos españolitos de a pie se dejan los cuernos en la Universidad, quienes nos gobiernan se saltan muchos de sus procedimientos. Pero eso tanto vale para Montón como para Casado. Una sospecha que, desde la imputación de la infanta Cristina en el caso Nóos, no tenemos muy clara la diferencia entre lo penal y lo ético.

Resulta ahora que Pedro Duque tiene sus propiedades a nombre de una sociedad para pagar menos impuestos. No para evadirlos, o al menos que sepamos. Y nos indigna a todos mucho que un señor que ha estado en el espacio y una diplomática tengan chalés. Creemos justo repartir lo máximo que podamos del fruto de su trabajo entre los que no los tienen. Nosotros, que si pudiéramos pagaríamos el 75 por ciento de lo que ganamos en impuestos, pero no nos dejan. Hay que ver dónde ponemos el listón para que no nos acaben gobernando los suecos.

El 90 por ciento de mis conversaciones -tirando por lo bajo- no resistirían ser sacadas de contexto y expuestas al público. Apuesto a que, si ustedes repasan las suyas y son sinceros, se darán cuenta de que tampoco. Villarejo lo sabe, y nos va a tener entretenidos una temporada. Deberíamos ponernos de acuerdo sobre si el contenido de charlas privadas puede ser motivo de escándalo político. Y aplicar ese criterio independientemente de quiénes sean los actores. Queda feo -cuanto menos- que quienes piden una comisión de investigación cuando se trata de Corinna y Juan Carlos I se amparen en lo íntimo en el caso de Dolores Delgado. Y el colmo del cinismo lo tenemos en los que defendieron a Garzón al ser condenado por espiar conversaciones abogado-cliente y ahora aplauden su denuncia al digital que ha publicado las suyas. La ideología, además de gafas, tiene distintas varas de medir.

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