La idea de que la leche es de mejor calidad si ha sido producida por vacas felices suena bien, pero tendríamos que saber qué es la felicidad para una vaca. Tomemos el ejemplo de otro animal, por ejemplo un perrito. ¿Es más feliz el que vive despulgado, sin olores propios ni ajenos a los que echar hocico, condenado a comer siempre la misma papilla, esterilizado, vestido, peinado, y con la manicura hecha, o el perro de un vagabundo que mata su ocio natural con la caza de la pulga, disfruta toda la gama de olores a su disposición, goza del sexo y come lo que encuentra o le dan? Si preguntamos a sus dueños respectivos, cada uno responderá según su propia idea de la felicidad. Así que ya hablemos de perros o de vacas, al final es nuestro concepto de felicidad el que sirve de medida, pues una palabra, como recordó Humpty Dumpty a Alicia, quiere decir lo que el que manda quiere que diga.
