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Joan Riera

TEMPUS EST IOCUNDUM

Joan Riera

El patetismo de Bauzá

Se puede ganar o perder, pero ni en la derrota ni en la victoria hay que mostrarse patético. El expresidente de Balears José Ramón Bauzá, lejos de aceptar con dignidad su paso a la segunda línea política, arrastra sus miserias por todos los foros en los que se le permite abrir la boca.

El político del PP afirmó y reiteró que estaba en política de forma temporal. Proclamó una y otra vez que no necesitaba los cargos para vivir. Anunció que si perdía las elecciones regresaría a su farmacia de Marratxí. Pero, desde que los electores le dieron la mayor patada de la historia electoral del archipiélago, no ha dejado de idear grandes inventos dignos del profesor Franz de Copenhague para mendigar minutos en los medios de comunicación. Y si son de Madrid, mejor.

Tras perder en 2015 casi la mitad de los diputados que tenía el PP en el Parlament no se fue a su farmacia. Se aferró al cargo de presidente del partido en Balears y tuvieron que ser Gabriel Cañellas y los regionalistas quienes le sacaron con fórceps de la lujosa y dudosa sede popular de la calle Palau Reial.

Después de ser desalojado de la presidencia del PP no vistió la bata blanca para despachar Orfidal. Negoció un escaño en el Senado con el que seguir mamando de la ubre política. Nada que no hubieran hecho otros expresidentes autonómicos como Francesc Antich o José Montilla, pero ninguno había puesto tanto énfasis en la provisionalidad de su paso por la política.

Disconforme con su cómodo asiento en el cementerio de elefantes senatorial, decidió disputar la presidencia del partido a Biel Company. Solo consiguió el 28% de respaldo entre la militancia. Sus correligionarios le dieron un bofetón tan sonoro como el de los 100.000 manifestantes que salieron a las calles de las islas en rechazo a su política lingüística.

Convencido de que en Balears nadie entendía al mesías portador de un mensaje salvador de España, buscó abrirse camino en tierras menos hostiles. Ahí estaba nuestro senador -es un decir, porque ningún asunto relacionado con la circunscripción que representa despierta su interés- marcialmente formado para seguir la Semana Santa malagueña de 2015. O en el patio del Congreso para despedir a Mariano Rajoy el día que fue desalojado de la presidencia del Gobierno. Aparecía en todos los saraos ultramontanos, pero no por su farmacia.

Esta semana Bauzá ha demostrado una vez más su incapacidad para analizar la realidad. No supo hacerlo cuando despreció la movilización popular ni tras la derrota electoral. Tampoco ha aprendido que en los funerales no se pone a caer de un burro al difunto. Sin embargo, él aprovechó la reunión del PP del lunes para criticar al finado Mariano.

Cuando todo el partido mira a Alberto Núñez Feijóo con la esperanza de que dé el paso adelante para suceder a Rajoy y evite una guerra abierta entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, nuestro expresident se presenta como adalid de una alternativa "liberal" para presidir el primer partido español. Tiene cero posibilidades, pero ha logrado minutos en los medios de comunicación. La endeblez de su propuesta es tan evidente que esgrime el nombre de Esperanza Aguirre como apoyo más destacado. Una figura amortizada porque a su vera medraron buena parte de los encarcelados por la trama Gürtel y porque los medios vuelven a recordar que llegó a la presidencia de Madrid gracias a que dos diputados socialistas se vendieron al mejor postor.

Si Bauzá hubiera cumplido su promesa de regresar a la farmacia, hubiera abandonado la política derrotado, pero con la cara muy alta. Con dignidad. Sus maniobras políticas, dignas de un Maquiavelo de quinta fila, le convierten en una figura patética y en el hazmerreír de sus propios compañeros de partido.

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