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Boulevard

Borrell miró a otra parte en la corrupción de Son Sant Joan

La última frase de M. Rajoy a Biel Company fue que "puedes dormir tranquilo". Ocurrió un mes atrás en Palma, el entonces presidente se refería por lo visto al sueño eterno. Siempre he defendido desde aquí que seré el último votante mallorquín del PP, pero nunca imaginaba que ocurriría tan pronto. Leo que los populares se felicitan de que Francina Armengol soporte ahora la doble presión de un Govern Es decir, la derecha se alegra del peso nulo de la derecha en Mallorca. Enhorabuena.

Sin embargo, no trabajamos de enterradores, así que vamos con nuestra desgraciada experiencia personal contra el Gobierno en curso:

Primer encontronazo (Borrell I). El flamante ministro de Exteriores era titular de Fomento con Felipe González en los primeros noventa, cuando descubrimos un caso de corrupción en Son Sant Joan. Ni siquiera presunta, confirmada por sus autores. La siniestra Aena abrió un expediente, la policía registró la torre de control y, en cuanto Josep Borrell comprobó que el escándalo se circunscribía a la "prensa local", le dio carpetazo. Miró a otra parte. Hay algo de justicia poética en que el catalán perdiera a continuación sus opciones a La Moncloa por los vínculos con corruptos.

Segundo encontronazo (Borrell II). No soy vengativo, por lo que me sentía alborozado en la segunda mitad de los noventa, con Borrell elegido candidato a La Moncloa por la militancia socialista. Le entrevisté a tal efecto en el hotel Victoria. Presumió de que "a mí no me pasará lo de Luis Roldán", pero tuvo que abandonar la carrera por los mismos motivos. Se quejó violentamente por mi entrevista a su jefe de prensa Julio de Benito, que me lo transmitió apesadumbrado. Esperaban a un lacayo, lo siento. Borrell es un prepotente acomplejado por su fracaso en la alta política, y Pedro Sánchez tendrá tiempo de arrepentirse de su error.

Tercer encontronazo (Marlaska). En 2015 participé en El objetivo de Ana Pastor en La Sexta. En el mismo programa iba a ser entrevistado Fernando Grande Marlaska. La tensión establece una complicidad automática entre los intervinientes en la sala de espera, he visto infartos en vísperas de Fernando Ónega y de María Antonia Iglesias. Así que me dirigí solidario a saludar al entonces presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, que me retiró la mirada y ni se dignó reconocerme como ser humano. Pensé que el juez era tímido, hasta que llegó un periodista madrileño y se enfrascaron en campechanía provinciana. Otro prepotente, amén de un magistrado reaccionario en un gabinete de izquierdas.

Cuarto encontronazo (Margarita Robles). Cenamos con la nueva ministra de Defensa, después de una conferencia en la Banca March. Obedecía con fidelidad a la imagen de incandescente que se había ganado, al desnudar la corrupción en el ministerio del Interior de Belloch. Reunía todas las coordenadas de un ciclón, ninguna esfera pública le era ajena. Concentrada al cien por cien en el poder. Me costó reconocerla años después en la portavoz socialista que se alegraba de la censura de una obra en Arco, "porque contribuye a bajar la tensión". Mi comensal no hubiera disculpado el encarcelamiento de Oriol Junqueras, que asumió vergonzosamente. Pese a ello, merece un voto de confianza. Es potente, no prepotente.

En la foto que hoy nos ilustra, se puede advertir la camaradería ante el desastre de Juan Miguel Villar Mir y Florentino Pérez. La imagen fue captada el jueves y corresponde a la toma de posesión de José Luis Ábalos, nuevo ministro de Fomento. Los gigantes del ladrillo aparecen aprisionados, entre líderes sindicales descorbatados. Fueron los ganadores provisional y efectivo de Son Espases, mientras James Matas se deshacía en cálculos. El fundador de OHL acaba de declarar en el Congreso que tuvo que marcharse de Mallorca porque se negaba a pagar comisiones al PP, un dardo envenenado contra los populares y contra su colega de ACS. Sin embargo, ahí siguen del brazo ambos madridistas, ahora con aspecto fúnebre tras haber perdido en un solo mes a Zidane, Cristiano Ronaldo y M. Rajoy. A quienes tanto deben.

Ya conocen la historia de la esposa del famoso corrupto que comparece ante el tribunal que la juzga, en un famoso escándalo, al grito de "todo lo que hace mi marido me parece bien". En efecto, es la defensa de Cristina de Borbón, copiada literalmente en juicio por Rosalía Iglesias, señora de Luis Bárcenas. Ahora bien, donde las tres magistradas de la Audiencia de Palma se conmueven y endosan el criterio machista de que las mujeres son ignorantes por definición, la Audiencia Nacional condena a quince años de cárcel a la amantísima esposa del mejor amigo de M. Rajoy. Y los tres jueces varones coinciden en que la aceptación de una mujer incompetente "la relegaría a poco más que un simple objeto, y esto no lo debe consentir el tribunal".

Como descendiente de grandes cocineros a quienes Mestre Tomeu Esteva proclamaba sus catedráticos, tengo a los chefs en menor estima que a los djs. A excepción de Anthony Bourdain. Lloro el suicidio de este vitalista sin fronteras, que en el Kitchen Confidential estúpidamente traducido como Confesiones de un Chef firmó un libro que deja en ridículo a las novelitas del yo mí me conmigo. Vean Corporate, para entender a Foucault cuando asimilaba el lugar de trabajo a una prisión.

Reflexión dominical idiomática: "El castellano es la lengua que mejor desconozco".

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