Ha escrito Irene Lozano, la colega periodista que hizo un breve viaje infructuoso a la política, que "la filtración de Facebook revela que ya no elegimos la información: ella nos elige a nosotros". En realidad, no ha sido una revelación sino una constatación, como todos los usuarios, en el fondo, ya sabíamos.
Quienes frecuentamos las redes sociales y usamos el buscador por antonomasia ya no damos importancia a un fenómeno que en otro tiempo nos hubiera parecido sorprendente. Si en los últimos días estuvimos buscando en la red un determinado libro o unos zapatos, pongamos por caso, las webs que visitaremos desde entonces estarán llenas de anuncios de libros de temática parecida al investigado o de zapatos del mismo estilo del que intentamos encontrar.
Parece lógico pensar que esta técnica de mercadotecnia, que es agresiva pero inocua en el terreno comercial, está siendo también utilizada en el terreno informativo e ideológico, mucho más delicado: se nos ofrecen noticias, informaciones, artículos, tesis que seguramente atraerán nuestro interés. Y es ingenuo pensar que semejante oferta no tiene sesgo doctrinal. Se nos quiere, en fin, adoctrinar. O, lo que es más grave, a lo mejor ya estamos adoctrinados. Piénselo ustedes, por si aún llegan a tiempo de liberarse de las redes opresoras.