Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Papell

'Gran Coalición' en Alemania

El SPD cosechó en las últimas elecciones alemanas el peor resultado de su historia desde el final de la Segunda Guerra Mundial: el 20,5% de los votos. Y ello, pese a la renovación en la cúpula y a la llegada al frente del partido de Schulz, un personaje mucho más atractivo de sus predecesores, que se había curtido en la política europea. La campaña de Schulz, después de cuatro años de coalición de gobierno de su partido con los conservadores, se había basado en la promesa de que no se reproduciría tal cohabitación, que desnaturaliza evidentemente la socialdemocracia.

En esta ocasión, Merkel, que tampoco había logrado la mayoría absoluta (logró el 32,9% de los votos y 246 escaños en un parlamento de 709, 65 menos que hace cuatro años), debía buscar el báculo que le permitiera gobernar entre las restantes minorías relativamente afines, liberales y verdes. Pero el intento resultó fallido después de agrias y largas negociaciones. En consecuencia, una vez descartado un gobierno en minoría que en Alemania no tiene predicamento, el dilema era claro: o 'gran coalición' o repetición de elecciones. Esta última opción tenía un inconveniente claro: favorecía los intereses de Alternativa para Alemania (AfD), la nueva organización de extrema derecha que se ha colado por los intersticios del sistema con un 12,6% de los sufragios y 94 escaños. Esta evidencia ha llevado a la cúpula del SPD a reconsiderar su cerrada negativa al pacto, aunque lo que se acuerde con la CDU-CSU habrá de ser aprobado por un congreso extraordinario que se prevé tormentoso (las Juventudes Socialistas alemanas pondrán toda la carne en el asador para impedir el pacto); y además el resultado del Congreso deberá ser sometido a referéndum entre los 450.000 militantes del SPD.

El documento de acuerdo de 28 folios entre Merkel y Shulz refleja bastante bien el equilibrio logrado: no aumentan los impuestos a los ricos pero sí se movilizarán en un sentido social los más de 38.000 millones de euros de superávit actual. Dicha cuantía es suficiente para que se perciba una mejora en áreas sensibles como la educación -escuela gratuita desde los 3 años-, la sanidad, la dependencia, etc. El otro gran capítulo polémico, el de la inmigración, se desarrolla sin embargo en un sentido conservador, seguramente a presiones de la CSU, la derecha bávara: se establece un cupo de entre 180.000 y 200.000 inmigrantes anuales y se limita drásticamente la reagrupación familiar.

El acuerdo estabiliza Europa -de esto no hay duda-, que todavía está asimilando tanto el 'brexit' como las conmociones internas de los países grandes, que han visto derruirse sus estructuras partidarias tradicionales (Francia). Y da oxígeno al proyecto de Macron: un capítulo del documento alemán se titula "Un nuevo despertar para Europa", y en él se acepta convertir el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) en un fondo monetario europeo con control parlamentario, aunque todavía no se da el visto bueno ni a la mutualización de la deuda ni al nombramiento de un ministro de Economía para Europa.

Pero, como contrapartida, el pacto contribuye al desarme ideológico de la Uión Europea. Parece un hecho objetivo que la confluencia de las grandes opciones ideológicas, que en otro tiempo representaban los polos de una dicotomía sobre la que se construía una dialéctica del poder, atrae a los instalados pero repele a los desintegrados, a los sectores sociales que no se sienten bien tratados con el sistema. Estos grupos, que no son irrelevantes (entre otras razones, porque se mantienen niveles demasiado elevados de desigualdad social, de inequidad) optan entonces por apoyar opciones antisistema. En Alemania, en concreto, es claro que la irrupción potente de AfD tiene esta causa ya que este partido ultra agrupa a todas las disidencias, por imposibilidad de hacerlo en el seno del núcleo político alemán, monocorde y monocolor.

En definitiva, la gran coalición no es una buena noticia a largo plazo para la democracia. Y de ahí que los grandes sistemas demoliberales debieran quizá revisar sus sistemas electorales para introducir más elementos mayoritarios y facilitar la gobernabilidad de un solo partido, sin tener que recurrir con tanta frecuencia a pactos que desacrediten la política misma.

Compartir el artículo

stats