Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Inaceptable violencia

Un sector relevante de la izquierda está irritado con Felipe González por su papel en la crisis del PSOE, partido que ha experimentado una grave implosión que pone en riesgo su supervivencia como opción política de referencia, facilita la ocupación del hemisferio de babor por Podemos y permite a la derecha la conservación del poder político. Incluso muchos de quienes pensaban que la crisis de gobernabilidad que duraba ya diez meses tenía que pasar por un desenlace semejante se han molestado con la irrupción abrupta del expresidente, cuando, apoyado por resortes mediáticos bien conocidos e impulsado quizá por poderes no tan evidentes, acusó de mentiroso al líder de su organización y provocó una catástrofe que, si no se atajase con brío e inteligencia „y no parece que vaya a hacerse tal cosa de momento„, llevaría al partido socialista a la irrelevancia, por un camino ya recorrido no hace tanto tiempo por el Pasok griego.

Sin embargo, este comportamiento cuando menos polémico, que para algunos ha destruido incluso la imagen mitificada del expresidente del Gobierno, no permite borrar la historia reciente „González fue una de las piezas esenciales de la modernización de este país„ ni ser argüido como germen legítimo de fanática violencia. Quienes el pasado miércoles impidieron a Felipe González y a Juan Luis Cebrián participar en un acto público en la Universidad Autónoma de Madrid ni siquiera pueden ser admitidos al debate sobre las vicisitudes del PSOE y de la izquierda española porque su conducta les descalifica y les excluye. Quienes se encapuchan para ocultar su rostro y oponen el grito y la pancarta a las palabras son fascistas que deben expulsados de la ceremonia política de la democracia. Sin paliativos posibles.

Dicho esto, el asunto no puede zanjarse sin apelar a la paternidad más o menos enigmática de la protesta, convocada por una desconocida "Federación Estudiantil Libertaria". Quienes creemos que las casualidades no existen, no podemos dejar de señalar la coincidencia entre la desafortunada apelación a la cal viva „en alusión al caso Lasa y Zabala„ que realizó Pablo Iglesias en el Congreso durante la sesión de investidura de Pedro Sánchez y el lema que portaban en sus pancartas algunos energúmenos que participaron en la algarada de la Autónoma. Tampoco debe ser casual la coincidencia entre este estallido de intolerancia y las recientes apelaciones a "tomar la calle" de Iglesias, que „la memoria es a veces cruel„ a algunos nos recuerdan aquella invocación fraguista, dicen que apócrifa, de "la calle es mía". Pero de ahí a señalar a Podemos como organización autora o inductora del ataque hay un trecho que no parece justificado recorrer. Pese a ciertas familiaridades que puedan encontrarse con otros incidentes parecidos „Antonio Elorza las ha traído a colación y portavoces del PSOE han acusado a Iglesias de instigador„, ha habido en Podemos voces autorizadas de condena, como las de Carolina Bescansa y Pablo Echenique, que impiden cualquier atribución genérica.

Con todo, y puesto que determinadas expresiones bélicas como "tomar la calle", "conquistar los cielos" o "bajar a las trincheras" están cargadas de ambigüedad, estaría bien que Pablo Iglesias disipara personalmente todas las dudas y manifestara su condena sin matices ni dobleces a los actos violentos del miércoles. En ningún caso es legítimo en democracia privar de la palabra a cualquiera que tenga algo que decir, máxime si es o ha sido un actor de la vida política con representatividad popular. Y semejante axioma adquiere un valor esencial en la esfera universitaria, que es el ámbito donde se explaya y se desarrolla la inteligencia. La sociedad confía en que Podemos comparta estos valores y acate las reglas del juego; y si no fuera así, no hay duda de que el cuerpo electoral tomaría las pertinentes decisiones.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.