En el PSOE, las grandes decisiones se toman colegiadamente, lo acaba de recordar Pedro Sánchez en una reflexión relativa a la investidura o no de Rajoy. En otras palabras, la decisión definitiva en este asunto y en todos los demás se adoptará en última instancia y lo hará el consejo federal.
Este sistema de toma de decisiones es poco funcional y desgasta innecesariamente al partido. Pedro Sánchez debería salirse de este atolladero que no afectó en su momento a Felipe González ni a Zapatero, y sus decisiones, las decisiones del secretario general, deberían ser ejecutivas. Cabría la posibilidad de limitar esta autonomía en casos excepcionales o cuando el propio líder lo demande, pero no es lógico que cualquier decisión del líder socialista quede en el acto sometida a discusión porque todo el mundo sabe que a fin de cuentas será el consejo federal el que decida.
Si se quiere extremar el control de los órganos colegiados a los cargos públicos y orgánicos, hágase a posteriori, pídanse explicaciones después y tómense las medidas pertinentes, pero no se desautorice a los cargos electos, ni se arrojen sombras sobre la solidez de las decisiones que se adoptan. Dicho en términos políticos, los partidos deben ser un poco presidencialistas; si no, no funcionan.