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"Aló, ¿Trinidad Jiménez?"

Si mal no recuerdo, un día estuve empotrado ante las cámaras entre Concha García Campoy, María Antonia Iglesias y Trinidad Jiménez, a la sazón...

Si mal no recuerdo, un día estuve empotrado ante las cámaras entre Concha García Campoy, María Antonia Iglesias y Trinidad Jiménez, a la sazón ministra de Asuntos Exteriores de Zapatero. De su absoluta falta de idoneidad para el cargo darán cuenta sus elogios al sirio Asad. Encareció las reformas del dictador, que desaconsejaban la extensión de la primavera árabe a Damasco. Concha, cuánto la añoramos, efectuaba la entrevista oficial, pero siempre se autocriticaba que "yo soy una madre preguntando", y delegaba generosamente en sus tertulianos. Logramos soliviantar a la ministra, pero recuerdo sobre todo el guiño de María Antonia, cuánto la añoramos, al preguntarle con curiosidad a Jiménez sobre las virtudes que le permitían haber saltado ágilmente de la cartera de Sanidad a jefa de la diplomacia. Como respuesta, la poliministra se atribuyó unas virtudes de personalidad, autoridad y solvencia que nos dejaron estupefactos. Ni un átomo de humildad, cuando hasta Zapatero decía que cualquiera podía llegar a La Moncloa.

Concha y María Antonia guardaron la compostura pero, en el descanso tras la entrevista, se caían literalmente del asiento ante las carcajadas que les suscitaba la autosuficiencia sin fronteras de Trinidad Jiménez. Les caían las lágrimas, nada recompensa tanto como desenmascarar a una nulidad frente a las cámaras. Imagino la perplejidad de ambas, dondequiera que se hallen, al contemplar a la doble ministra y diputada en trance de efectuar la migración habitual a altísimo cargo de una empresa gigante, en este caso Telefónica.

Si los créditos de Jiménez para cobrar cientos de miles de euros en Telefónica son los mismos que desplegó en el Gobierno, las causas de su fichaje han de ser extemporáneas. Atrapado en la puerta giratoria o pantuflismo -término francés más gráfico- de su correligionaria, Pedro Sánchez insiste en que se incorporará a la empresa de comunicaciones "como una trabajadora". Es otra prueba de que extirpar el bipartidismo no liquida sus secuelas, aunque tiene su morbo llamar a información con la exigencia de "¿aló? Páseme con la trabajadora Trinidad Jiménez".

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