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La inquietante inactividad juvenil

No hay lugar a demoras. La adopción de medidas, ya de choque, y consensos tendentes a encauzar y estimular la formación y el trabajo de los jóvenes, no puede esperar más. Prácticamente cada día fluyen datos que confirman esta necesidad que es especialmente grave en Balears, porque las islas tienen unos índices de abandono escolar y de desocupación laboral suficientes para hacer saltar las alarmas. Superan todas las medias y desembocan en muchos casos en una desorientación capaz de condicionar, no precisamente en sentido positivo, la fase adulta y de madurez del afectado.

El informe del nivel de formación y abandono de la Encuesta de Población Activa (EPA) no deja en buen lugar a este archipiélago. Es la reiteración de que las cosas no transcurren por buen camino y de que las carencias que se arrastran desde hace tiempo están lejos de ser paliadas. Más de un quinta parte de los jóvenes de Balears de entre 15 y 29 años no trabaja ni estudia. Es el 22,4% de este franja de edad. Tal porcentaje sólo es superado por Andalucía y Canarias, mientras Balears y Aragón son las dos únicas regiones en que no ha mejorado la situación en este aspecto. La media de inactividad juvenil en el conjunto de España es del 20,7%.

Se puede admitir que algo se ha avanzado en este archipiélago porque en 2012 el problema registraba un porcentaje del 24,2%, pero el alivio está muy lejos de curar un mal que se ha vuelto endémico. También es cierto que en 2008 el 42,5% de los escolares abandonaba los estudios al concluir ESO. Después, la crisis, a falta de trabajo, volvió a retener a los estudiantes en las aulas y hoy Balears vuelve a ser la única comunidad en la que el abandono temprano ha crecido respecto a 2013. Uno de los escasos datos positivos, prácticamente el único, está en el aumento de la proporción de personas de entre 30 y 34 años que alcanzan estudios superiores, pero todavía se duplican las tasas de una Unión Europea que aspira a que en 2020 cuatro de cada diez treintañeros alcance este nivel de formación.

Hay que advertir también que la tasa del 22,4% de inactividad juvenil apuntada antes se eleva hasta el 30% en estas islas para quienes únicamente han alcanzado una titulación a nivel de ESO. Otra particularidad balear estriba en el hecho de que la parálisis vital sea más acentuada entre los chicos que las chicas, cuando normalmente ocurre a la inversa. Por contra, el abandono escolar masculino es superior al femenino.

El cuadro de inactividades trazado y confirmado por la EPA debe llamar precisamente a la actividad en el diagnóstico y solución de una problemática tan acentuada. Cuando una sociedad, como le está ocurriendo a la balear, tiene a más de una quinta parte de sus jóvenes sin rumbo o fuera de los canales establecidos para el estudio y el trabajo, significa que muchas cosas y una buena parte de sus estructuras están fallando o permanecen caducas. Hay que adecuar las necesidades a los tiempos y demandas actuales. En ello deben implicarse las fuerzas sociales y políticas. El gran parón juvenil actual puede acabar mermando el futuro individual y colectivo de muchos.

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